Las Misioneras de la Doctrina Cristiana están presentes en Europa, África y América. Nacieron como familia religiosa hace ya 132 años. Su misión esencial es Evangelizar, desde cualquiera de sus tareas, mediante la consagración al proyecto de Jesús, vivido y compartido en comunidad, a través, sobre todo, de la oración, revisión de vida, diálogo y formación. Y mediante el compromiso de “buscar, instruir y santificar a los pobres de Jesucristo”. La hermana Isabel María Rus Velázquez, misionera de la Doctrina Cristiana, ha vivido en África desde 2005 hasta 2016. Ahora, su África está aquí y comparte con nosotros en este texto en forma de carta su experiencia misionera.
Voy a intentar plasmar en el papel algo de lo vivido en África.
No me resulta fácil, porque se me agolpan en mi cabeza y en el corazón muchos sentimientos, pero lo que más habita en mi es una acción de gracias muy grande a Dios y a mi querida Congregación, que me dieron esta posibilidad que me ha hecho muchísimo bien y me ha enriquecido como persona y religiosa.
Desde muy joven soñaba con ser misionera, pero llegué siendo mayor a los 61 años, con mucha ilusión y esperanza y con la decisión de abrirme, adaptarme a la nueva realidad tan diferente a la nuestra.
Situaciones que cautivan el corazón
Llegué a la comunidad de Defalé-Togo el 1 de abril de 2005, donde había un hogar de niños procedentes de familias vulnerables. La mayoría eran muy pequeños porque sus mamás habían fallecido al nacer ellos. La situación de cada uno me llenaba de ternura y me interpelaba mucho, en verdad me cautivo el corazón. Lo primero que hice fue rezar mucho y ver, contemplar, conocer el lugar y a las personas y sobre todo escuchar y aprender francés y muchas cosas más desconocidas para mí en un sitio tan distinto y deseado desde siempre.
El poblado era muy pequeño, pero preciso, rodeado de montañas, la belleza del paisaje disimulaba la miseria y pobreza del mismo.
Poco a poco fui aterrizando y dando gracias a Dios por estar allí. Visitábamos siempre que podíamos a los vecinos y a las familias de los niños que vivían en diferentes poblados. En esta comunidad estuve solo un año, porque me propusieron mis superiores irme a la comunidad del noviciado, que estaba muy cerca en el mismo poblado.
Dedicación a las nuevas vocaciones
Seguí en contacto con los niños y adolescentes, pero dedicándome a la formación de las jóvenes que llegaban con el deseo de formar parte de nuestra familia congregacional. Con ellas visitábamos con frecuencia a las familias más cercanas dando preferencia a las personas mayores que vivían solas y abandonadas y ante las que sentíamos una gran pena e impotencia.
En el año 2008 se fundaron dos comunidades en Burkina Faso en los barrios periféricos de Pissy y Karpalá y de la capital de Ouagadougou y en el primero se situó la comunidad del noviciado y comenzamos allí una nueva andadura. Tuvimos una acogida muy buena por parte del Sr. Obispo, religiosas/os, sacerdotes, vecinos y todas las personas del entorno.
En la ciudad de Onaga, había varias comunidades religiosas, muchas eran de formación, postulantado, noviciado y juniorado, funcionaba muy bien el inter- noviciado en el que se daban unas relaciones muy fraternales y entrañables. Allí estuve 6 años y en el 2014 me trasladaron a Defalé-Togo de nuevo hasta el 28 de mayo de 2016, donde vine con la idea de volver tras mis vacaciones pero por motivos de salud, tuve que quedarme en España, en Sevilla, en la comunidad de Heliópolis en le colegio donde me eduque.
Me ha costado mucho no volver, pero desde aquí colaboro con mi oración, energía positiva y cariño a un lugar donde he sido tremendamente feliz.
Ahora mi África está aquí.
Isabel María Rus Velázquez, misionera de la Doctrina Cristiana