Los que vivimos en este primer mundo tenemos una idea estereotipada del misionero: es alguien como nosotros que tiene el suficiente valor, mucha fe y una enorme generosidad para dejarlo todo e irse a países ignotos a predicar el Mensaje de Cristo y la Buena Noticia. En el fondo, pensamos que nosotros no necesitamos ser evangelizados. Por eso, encontrarse con una persona como el Padre Rocky Xareal, sacerdote y misionero claretiano que, desde un país casi desconocido, Timor Oriental, viene a realizar su tarea entre nosotros, nos sorprende bastante. Este es su testimonio.
El padre claretiano Rocky Xareal nace en Timor Oriental, una pequeña isla de poco más de un millón de habitantes, situada en el sureste asiático, el último país de Asia, casi pegada a Australia. Fue colonia portuguesa y por ello, sus pobladores son en su mayoría cristianos católicos. En 1975, tras la Revolución de los Claveles, Portugal dejó sus colonias e Indonesia aprovechó la ocasión para colonizar Timor durante 25 años, empezando una época de violencia contra los derechos humanos y persecuciones, pues los militares indonesios son musulmanes. Antes de esos años, Timor tenía 700.000 habitantes y durante la guerra mataron casi 400.000 timorenses.
La labor de los misioneros en la guerra
En esa época se da cuenta de la gran labor de los misioneros; «Ellos se dedicaron a salvar y cuidar a la población. Luchaban, sin armas, por la libertad de la gente y, aunque muchos murieron o fueron expulsados, los que quedaban seguían luchando» La Iglesia luchó fuertemente por Timor Oriental, incluso derramando su propia sangre. Eran fundamentalmente salesianos, también había jesuitas y recordamos a Monseñor Belo, Premio Nobel de la Paz en 1996.
A Rocky la fe le venía de familia; «En las persecuciones de la guerra murió mi padre y quemaron mi casa y nuestras posesiones. En estas circunstancias, viendo como los misioneros trabajaban para ayudar a la gente, nació mi vocación, en el seno de mi familia y de mi parroquia, fundada por misioneros claretianos después de la guerra. Mi madre nos llevaba a Misa todos los domingos y luego se quedaba a hablar con los sacerdotes. Allí me llegó la llamada del Señor y cuando terminé mis estudios de bachillerato en 2005, con Timor independizada, tenía ya decidido ser misionero y luchar contra la injusticia y por la paz».
De Timor a la Parroquia de San Antonio María Claret en Sevilla
Como en Timor no había casa de formación de los claretianos, le mandaron a Indonesia algo que le costó mucho, porque su familia, por razones evidentes, no quería que fuera a ese país. Allí estuvo seis años estudiando Filosofía y cuando terminó, el Padre Provincial le mandó a estudiar a España. Cuatro años en Granada estudiando Teología y dos en Madrid haciendo un Máster en Vida Religiosa. Y luego, directamente a Sevilla. «Profesé en la Congregación en 2010 y en agosto de 2018 fui ordenado sacerdote en Indonesia y destinado aquí, adscrito a la Parroquia de San Antonio María Claret, pero ayudando también en las tareas pastorales del colegio»
La primera diferencia entre Timor y España es evidente; «mi país es pequeño, donde conoces a todo el mundo, te enteras de sus problemas y alegrías y lo compartes todo. Aquí, la gente está más encerrada en sí misma y la fe se esté devaluando y disipando. Por ello, creo que es necesaria la re-evangelización, la nueva evangelización. Y, si podemos ayudar, aquí estamos. La fe nos llegó por vosotros y, entre todos, tenemos que conseguir que no se pierda».
«Una de nuestras tareas como misioneros es estar, estar mucho
Con los niños y jóvenes, su trabajo está centrado en las edades post-comunión, por la mañana en el colegio y por las tardes en la parroquia. «Preguntarles por sus dificultades en el aprendizaje, conocer sus problemas, acercarse a ellos y acercarles al Señor. Y, por supuesto, impartirles el sacramento de la reconciliación cuando lo demandan». En la parroquia, además de las labores sacramentales, especialmente misas y confesiones, está muy dedicado a la pastoral de la salud; «En este barrio hay muchas personas mayores, que se encuentran en ocasiones en soledad y que necesitan ser acompañados, escuchados y atendidos. Me preocupa mucho el contacto personal con los demás. Yo creo que una de nuestras tareas como misioneros es estar, estar mucho».
Con respecto al futuro, depende de lo que decidan sus superiores. Le quedan dos años en Sevilla y su deseo sería ir a ayudar en un país en guerra, para así poder devolver un poco de lo mucho que ha recibido; «Me gustaría ir a África».
Oración y silencio
Le gustaría decir algo a los jóvenes que sienten la inquietud de una posible llamada del Señor, «Aquí, el ambiente es muy complicado, hay mucho ruido exterior, muchas cosas y las crisis se plantean con mucha facilidad. Si existe esa inquietud, hay que cultivarla con la oración para poder discernir con claridad. Decía Santa Teresa que orar es llenarse de Dios. Oración y silencio». Para Rocky es fundamental regalarse periodos de quietud para pensar en uno mismo.
No quiere confundir la vocación religiosa con el activismo; «Me he encontrado con muchos jóvenes que dicen que sienten la vocación, pero lo que quieren es hacer, hacer, hacer. Es bueno preocuparse por lo que podemos hacer, pero no podemos olvidar que la oración es un pilar fundamental para la fe». Este joven sacerdote claretiano nos aconseja encontrar momentos de oración y silencio, dice que la tranquilidad espiritual se traduce en tranquilidad física para tratar con los demás, para pararse a saludar, a atender a un niño o a una persona mayor que te requiere… «O sea, para estar”.