Cuando llega el calor y después de un largo año de trabajo, proyectos, circunstancias, alegrías, dificultades… todos necesitamos de estas merecidas vacaciones; esos días en los que no existe el reloj ni horarios superajustados que nos hacen ir a doscientos por la vida. Todo se vuelve más relativo, más relajado, utilizamos otro tipo de ropa, nos dedicamos más a leer e incluso dedicamos más tiempo a nosotros mismos.
Todos estamos deseando que llegue este tiempo de descanso. Nuestra cabeza y nuestro cuerpo lo necesitan. En estos preparativos que comenzamos a realizar para que las vacaciones sean un tiempo aprovechado y de auténtica desconexión para poder volver en septiembre con las pilas cargadas, no podemos olvidarnos de nadie.
Digo “no olvidarnos de nadie” porque en estas vacaciones tanto los mayores como los más pequeños de la familia necesitan de un tiempo especial de convivencia; unos con sus hijos y otros con sus padres. En definitiva, todos lo necesitamos; estamos creados para que vivamos de ese amor incondicional, de esas caricias, de esas ternuras, de esos momentos especiales y cotidianos que muchas veces con el trajín de la vida en el que nos hemos montado pasan desapercibidos.
En la maleta: el Evangelio y un Rosario
Repito: no olvidemos a nadie en este tiempo de descanso, pero tampoco olvidemos en nuestros preparativos de maletas y equipaje un buen libro que nos haga vivir nuestra vida espiritual en plenitud como un Evangelio para profundizar en el tesoro del mensaje de Jesús y un Rosario, para que nuestra Madre la Virgen nos acompañe también en vacaciones y tenerla cerca como nuestra protectora y auxilio de cada día.
Vacaciones: tiempo de relajarnos, pero también tiempo de escuchar, de ofrecer nuestra ayuda y amor a los más necesitados, tiempo para descubrir, para explorar nuestra Fe.
Las vacaciones son la ocasión propicia para dar aliento a la vida interior
Juan Pablo II, Papa Santo, nos decía respecto a este tiempo: “las vacaciones de verano deben ser un periodo particularmente propicio para redescubrir los auténticos valores del espíritu, las vacaciones veraniegas… pueden convertirse en una ocasión propicia para volver a dar aliento a la vida interior”.
Apartemos en estas vacaciones todo lo que nos impida vivir de esta vida interior y de nuestra vida en familia. Es tiempo de hablar, reír, comentar, consultar, explorar, experimentar… Y en nuestra familia, en los momentos de sentarnos a la mesa, se me ocurren muchas cosas que podemos hacer: para empezar, apaguemos la televisión y esos móviles que nos tienen conectados con los que están lejos pero nos alejan de los que tenemos tan cerca a nuestro lado, a dos palmos de nuestra mano…
Jesucristo Eucaristía está en el Sagrario también en vacaciones…
Cuando visitemos esas ciudades o pueblos preciosos que muchas veces descubrimos en vacaciones y entremos a sus catedrales o iglesias para hacer una visita turística, vayamos a visitar “al dueño de la casa”, a Jesucristo Eucarística que nos espera en cada Sagrario.
Y cuando estemos contemplando esos paisajes maravillosos sacados de la mano de Dios, que nos hablan del infinito y de la grandeza, ya sea en el campo, la montaña o el mar, parémonos para dar gracias. La gratitud maravillosa virtud que hace feliz a quien se le da y como efecto rebote nos ilumina y nos llena a quien la damos.
Descanso que sea un nuevo resurgir en nuestras familias
Dios es ese Padre bueno que nos espera siempre en el camino a que volvamos a casa. Seamos conscientes del banquete que nos prepara siempre a nuestra vuelta, vayamos a sus brazos para que nos cambie con su ropa de Santidad, que nos hará vivir en Plenitud y Felicidad.
Que nuestras vacaciones del año 2018 sea un nuevo resurgir en nuestras familias: padres, hermanos, hijos, esposos. Y que nuestra vida espiritual sea un dejarnos relajar, acompañar, guiar y llenarnos de la paz, de esa paz, que solo su Príncipe nos puede dar.
María Reina de la Familias y de la Paz, acompáñanos en estas vacaciones.