Novenas: ¿Cuál es su origen y por qué se han hecho tan populares?
Son unas prácticas devocionales de oración tanto de preparación, alabanza y gratitud como de intercesión en el caso de los difuntos.
Las novenas tienen diferentes orígenes:
1.- Un origen es la novena hora de oración para el pueblo de Israel. La novena hora en la sinagoga era una de las horas especiales de oración, como lo ha sido la hora nona (novena) en la Iglesia. La nona, en la Iglesia católica, es una de las horas de oración de la Liturgia de las Horas que se reza a diario a las 3 de la tarde; la hora en que murió Jesucristo. Por esto el número nueve indica dolor y sufrimiento.
2.- Rezar durante nueve días tiene una base bíblica. Una novena de oración fue la que hicieron los apóstoles como preparación a la venida del Espíritu Santo. Se sabe que entre la Resurrección y la Ascensión hay 40 días; y hay nueve días entre la Ascensión y Pentecostés. ¿Qué hicieron los apóstoles en ese lapso de tiempo? En esos nueve días los apóstoles hicieron oración para esperar una gracia muy especial: La venida del Espíritu Santo. El mismo libro de los Hechos nos dice: “Todos ellos se reunían siempre para orar con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús…” (Hech 1, 14). Por eso la novena tomó un sentido de anticipación y preparación a una fiesta.
3.- Los romanos y griegos ofrecían oraciones a sus dioses por sus difuntos durante nueve días. Y aunque los primeros cristianos siguieron la costumbre en cuanto al número de días, ya no lo hacían con el mismo ánimo y de la misma manera de los romanos o griegos sino fundamentados en la fe en Cristo.
4.- En Europa se introdujo la “novena de preparación” para la Navidad. Esto para recordar los nueve meses de embarazo de la Virgen. De ésta novena de preparación, surgió la costumbre de hacer novenas de preparación a las fiestas de la Virgen y de los santos por diversas intenciones.
Las novenas en la piedad popular
Se trata de una devoción privada o pública que se realiza durante nueve días y cuya intención es obtener gracias especiales. Las novenas nos ayudan en nuestra oración siempre y cuando estén en sintonía con una sólida doctrina. Si existe algún contenido distante de la liturgia o de la doctrina, sería conveniente dar aviso a la autoridad eclesiástica para que el abuso no propicie falsas devociones, errores teológicos y así la novena no se convierta en superstición. Se convertirá en superstición si se limita solamente a buscar un deseo personal sin abrir el corazón a Dios y someterse a su voluntad.
Muchas novenas tienen aprobación eclesiástica; y, aunque no forman parte de la liturgia oficial de la Iglesia, ésta las recomienda. Las novenas son pues una devoción donde se reza durante nueve días para obtener alguna gracia o intención especial. Una de estas intenciones es el eterno descanso de un fiel difunto.
La Tradición constante de la Iglesia confirma la fe en el Purgatorio y la conveniencia de orar por nuestros difuntos. Además, el mismo Jesús dice que “aquel que peca contra el Espíritu Santo, no alcanzará el perdón de su pecado ni en este mundo ni en el otro” (Mt. 12, 32). Eso revela claramente que alguna expiación del pecado tiene que haber después de la muerte para quienes no han blasfemado o pecado contra el Espíritu Santo y eso es lo que llamamos el Purgatorio.
Y como no sabemos si un difunto se ha salvado (aunque tenga que pasar por el purgatorio) o se ha condenado, debemos orar siempre por los difuntos pues es una obra de caridad espiritual. Oramos porque los fieles difuntos podrían necesitar de nuestra oración. Y si ellos no la necesitan, le servirá a otras almas, ya que en virtud de la Comunión de los Santos existe una comunicación de bienes espirituales entre vivos y difuntos.
Los católicos, pues, no nos contentamos solamente con glorificar a Dios y cantar alabanzas sino que elevamos plegarias a Dios y a la Santísima Virgen por nuestros difuntos y con más razón en los días inmediatos a su muerte: “Siempre en oración y suplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos” (Ef 6,18).
En este texto San Pablo dice que hay que orar “EN TODA OCASIÓN”, esto incluye obviamente en ocasión del fallecimiento de alguien; y también dice que hay que orar “POR TODOS los santos”, esto incluye obviamente a los vivos y a los difuntos. San Agustín decía: “Una lágrima se evapora, una rosa se marchita, sólo la oración llega hasta Dios”.
Por tanto es lícita la pía tradición de reunirse los fieles y hacer un velorio que se prolonga por nueve días. Se reza el novenario en el que los familiares y amigos se congregan no solo para acompañar a los deudos y sino también para ofrecer a Dios sus oraciones por el difunto. Entre los católicos la tradición es orar por los difuntos y en lo posible celebrar la Santa Misa por su eterno descanso.
Fuente: Aleteia