El pasado 8 de junio celebrábamos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús que, en palabras del Papa Francisco, es “la máxima expresión humana del amor divino”. Por ello, traemos hoy el que preside el retablo mayor de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, de Sevilla. Es obra del escultor jesuita Victoriano Salmón, cuya biografía conocemos gracias a los estudios del sacerdote Fernando García Gutiérrez, SJ.
El padre Victoriano Salmón nació en Madrid en 1839, estudió en la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando y en 1863 ingresó en la Compañía de Jesús, donde sus superiores quisieron que continuara su labor artística. Desterrado a Francia tras la expulsión de los jesuitas en 1868, volvió a España unos años más tarde. En 1882 es destinado a Madrid, donde realiza algunas de sus mejores obras, como la Virgen del Recuerdo, el Sagrado Corazón o el San Ignacio envuelto en la bandera “de la mayor gloria de Dios”, con la que el padre Salmón renueva la iconografía de este santo. Una réplica de esta obra se encuentra en el Colegio de Sevilla. Tras su paso por Villafranca de los Barros, Victoriano Salmón fallece en Almería en octubre de 1910.
Su obra puede definirse como una singular aportación a la escultura romántica española, y está caracterizada, según el padre García Gutiérrez, por la grandiosidad, la expresión de los sentimientos y la originalidad de las composiciones, tres características que encontramos en el monumental Sagrado Corazón de Jesús de los Jesuitas de Sevilla, que se venera en la hornacina central del retablo mayor, obra neoclásica de José Frapolli Pelli, en el que sobresale la imagen de la Virgen de la Victoria, de Benito Hita del Castillo.
El Corazón de Jesús se puede fechar en los primeros años del siglo XX, entre 1900 y 1910. En ella, el padre García Gutiérrez destaca que está llena de unción, pero a la vez de vigor, de fuerza, distinguiéndose así de la mayoría de las representaciones de esta iconografía.
El amor redentor de Cristo queda aquí perfectamente representado en esta imagen en la que Jesús aparece sobre una nube, con la pierna derecha adelantada respecto a la izquierda, lo cual le confiere gran movimiento a la escultura, movimiento que queda reforzado por los pliegues de la túnica y el manto. Con la mano derecha bendice a los fieles que se colocan ante Él, mientras que con la izquierda nos señala su corazón, como para mostrarnos que su amor es el único camino para nuestra salvación. Destacamos su amplia cabellera y sobre todo su rostro masculino pero dulce y amable, con una mirada que podríamos definir como misericordiosa, pero sin caer en el amaneramiento de muchas de las imágenes del Sagrado Corazón. Finalmente, en esta obra sobresale igualmente el estofado en oro de las vestiduras. Para rematar la iconografía, porta una aureola plateada y dorada de grandes dimensiones que contribuye a dar aún más prestancia y grandeza a la imagen.
Antonio Rodríguez Babío (Delegado diocesano de Patrimonio Cultural)