Considero la participación en el Congreso Nacional de Laicos como un don del Espíritu que el Señor se ha dignado compartir conmigo, a través de la Iglesia de Sevilla a la que pertenezco y sirvo, que me ha dado a conocer la diversidad y pluralidad de carismas e iniciativas pastorales que promueven las distintas diócesis de España. A la vez, se constata el avance de la secularización en muchos lugares, cuyos cristianos se enfrentan con frecuencia a una verdadera confrontación con la cultura y el peligro de que el mensaje del Evangelio se torne irrelevante en la sociedad. Pero, junto a esto, se percibe también una oportunidad de purificación de nuestras palabras y testimonios de manera que sean creíbles y puedan tocar el corazón de la gente, como espera Jesús de nosotros.
También debo decir que hay en general un gran desconocimiento sobre la piedad popular de Andalucía y de Sevilla en particular. Me ha sorprendido que, pese a las inmensas facilidades que tenemos en la actualidad para acceder a informaciones y noticias, persista una imagen tópica y distorsionada sobre las hermandades y cofradías como un instrumento eclesial para la evangelización y el compromiso de los seglares. Ciertamente, en las diócesis del resto de España la realidad pastoral de las hermandades es bastante más pobre y comprometida, y quizás esto afecte a la comprensión que se tenga sobre las hermandades de Sevilla, alimentado por la casi siempre parcial atención que merece de los medios de comunicación masivos. Desde luego, no quiere decir que el compromiso actual de la piedad popular de nuestra archidiócesis sea el ideal, pero lo cierto es que en los últimos decenios las hermandades, gracias al impulso de los cofrades y de los sacerdotes directores espirituales, ese compromiso va creciendo a través de una sensibilidad mayor hacia la parroquia como comunidad de comunidades y lugar donde el Señor nos congrega y vivimos la fe. Pero este mensaje no ha llegado y he podido sentir que persiste un cierto trato de condescendencia hacia las hermandades y hacia los que trabajamos con ellas.
Por otra parte, también ha sido una grata noticia constatar que, además de la piedad popular, también hay otros cauces de participación eclesial para los laicos que, en algunas diócesis con alarmante escasez de clero, están asumiendo muchas funciones con buenas perspectivas. Ha sido realmente fecundo conocer proyectos pastorales y experiencias que, a la vez, nos ponen en guardia frente al, para que engañarnos, previsible aumento de nuestra propia secularización aquí en Sevilla.
No puedo dejar de mencionar que, en realidad, el primer don del Espíritu de este Congreso ha sido la alegre y fraterna experiencia con los laicos de nuestra archidiócesis. Hemos conformado un grupo de procedencias distintas, pero con una unión muy entrañable habiéndonos conocido, en muchos casos, en ese momento, unión que solo es explicable por la presencia de Dios en esos corazones grandes de los hombres y mujeres que hemos conformado la representación. Soy testigo que esa unión ha generado una auténtica amistad que va más allá de lo humano, y es una amistad en Cristo. Lejos de ser una anécdota, se trata de un cimiento fuerte para el trabajo en común entre todos y con el Arzobispo, a través de la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar, que ha servido y sirve de aglutinador con un trabajo firme y paciente desde hace años, y especialmente en la preparación de este Congreso. Estoy seguro de que esto nos dará numerosos frutos pastorales, como ya de hecho los está dando.
Acerca de mi participación concreta en los diversos grupos de trabajo, ha sido enriquecedor escuchar las voces de laicos comprometidos, la mayoría mujeres, por cierto, aunque con cierto cansancio y actitudes de despego hacia sacerdotes y obispos. Quiero entender que tal actitud es consecuencia involuntaria de la escasez de clero en las diócesis del centro y norte de España. Algunos proyectos eran verdaderamente interesantes, aunque de difícil aplicación entre nosotros.
Como conclusión general, creo que todo ha de partir de nuestro empeño personal y concreto por seguir asumiendo nuestra tarea, encomendada por el Señor cada uno según la vocación que ha recibido. Esto es imposible sin la santificación de cada uno de nosotros, sin una sincera relación espiritual de comunión con Cristo. Sin esto es imposible construir la Iglesia y cualquier tarea pastoral. Debemos seguir encontrándonos en espacios comunes de comunión y revisión que nos ofrece la Delegación Diocesana de Laicos, de manera que continuemos creciendo en el mutuo conocimiento y colaboración, en beneficio de las parroquias y de la archidiócesis entera. Las conclusiones del Congreso nos servirán de guía y de estímulo, como también la experiencia del congreso, en el que hemos compartido, sobre todo, el amor a Jesucristo en la Eucaristía y en la oración, que desborda toda división y nos une de una manera misteriosa pero real.
encontrándonos en espacios comunes de comunión y revisión que nos ofrece la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar, de manera que continuemos creciendo en el mutuo conocimiento y colaboración, en beneficio de las parroquias y de la archidiócesis entera. Las conclusiones del Congreso nos servirán de guía y de estímulo, como también la experiencia del congreso, en el que hemos compartido, sobre todo, el amor a Jesucristo en la Eucaristía y en la oración, que desborda toda división y nos une de una manera misteriosa pero real.
Marcelino Manzano Vilches, pbro.
Delegado Diocesano de Hermandades y Cofradías