Cuando escribo estas líneas hace ya unos meses que la comisión de fieles que representó a la Archidiócesis de Sevilla volvió de Madrid de celebrar el Congreso de Laicos “Pueblo de Dios en Salida”. Al pensar en la experiencia vivida no puedo más que rememorar en cómo llegamos hasta allí. La experiencia de los días vividos junto a toda la Iglesia en España no tendría para mí sentido sin la génesis de un camino emprendido un año antes y que tendría su culminación, o su punto y seguido, en unas jornadas que marcaron profundamente al Santo Pueblo de Dios que camina en nuestra tierra.
Cuando se anunció la celebración de este Congreso los responsables de Apostolado Seglar se pusieron rápidamente en contacto conmigo para preparar el terreno de lo que sería la fase diocesana, con la consigna de que si no caminamos juntos no tendría sentido poner en marcha ni celebrar nada, y así fue, nos planteamos involucrar a todos. Desde el Apostolado Seglar y la Nueva Evangelización y Catequesis, comenzó la llamada a las fuerzas vivas que cada día entregan sus mejores esfuerzos para anunciar con alegría a Cristo en Sevilla, a saber, movimientos y parroquias, vida consagrada, hermandades, familia y vida, pastoral juvenil y universitaria… con los que formamos una comisión permanente de trabajo y animación, y nos pusimos en camino.
El curso comenzó con encuentros pastorales en las Vicarías Territoriales, allí se encontraban representados los responsables de las áreas pastorales, centros religiosos, vida consagrada, movimientos y los sacerdotes de los arciprestazgos. Fue donde se anunció y se invitó a la participación del Congreso dando a conocer sus líneas principales de trabajo e incentivando a participar en grupos o individualmente mediante un cuestionario, del cual he de decir, que fue masivamente trabajado por los fieles de toda clase y condición en nuestra archidiócesis. Nos hicimos presente en la asamblea de inicio de curso con los profesores de religión para hacer partícipes a las escuelas, en los diversos consejos diocesanos como son el de arciprestes, del presbiterio, de pastoral y en todas las realidades pastorales diocesanas donde siempre encontramos un altavoz que daba difusión y voz a la reflexión conjunta que estábamos haciendo. Son tantos los lugares y personas con las que se contactó que sería difícil en tan breve espacio dejarlo por escrito, y en todo este peregrinar los medios de comunicación diocesanos y nuestros obispos dieron visibilidad al movimiento que se estaba produciendo en el seno de nuestra Iglesia Particular.
Se recibió una gran cantidad de respuestas e hicimos una síntesis para darla a conocer tanto a los fieles de Sevilla como a nivel nacional en el Congreso, y llegó la hora de ir a Madrid a representar la voz del Pueblo de Dios en Sevilla. Nuestra preocupación fue que esta comisión fuera tan representativa como lo fue la participación, y así fue, un grupo de hombres y mujeres, laicos y sacerdotes, de procedencia territorial y sensibilidad pastoral diversa, pero unidos en una misma misión y un mismo sentimiento, dar a conocer la alegría que solo se experimenta cuando se vive a Dios con los hermanos.
¿Por qué cuento todo esto? Porque el Congreso fue la visibilización de todo este camino, era la Iglesia unida, diversa, enorme, entusiasta, llena de vida, llena de historias, llena de experiencias y que formaban en su complejidad un solo Cuerpo y un solo Pueblo. Lo impactante no fue el contenido, sino la experiencia de sentirse Pueblo de Dios unido, que no necesitaba conocerse para reconocerse como parte propia de una gran familia. Mi mayor gozo fue experimentar como un grupo que no se conocía previamente terminó siendo una auténtica familia en cuestión de dos breves días, la alegría de Pentecostés inundó nuestra vida y sentimos una nueva efusión del Espíritu para que volviésemos a Sevilla llenos de fuerza y entusiasmo para seguir manifestando y viviendo lo que nunca deberíamos olvidar, que nosotros no estamos solos, que nosotros tenemos la dicha de ser el Santo Pueblo de Dios presente allá donde se encuentre un solo cristiano. Un Pueblo que ha de estar siempre dispuesto a dar razón de su esperanza, por el Amor de Dios hemos sido salvados. Me quedo sin espacio y con ganas de contar tantas cosas… solo deciros que ¡sin miedo, sin temor hermanos! ¡Es Dios quién guía, sostiene y nos espera en este peregrinar!
Agradecer a tantas personas su participación, agradecer a la comisión su unidad en esta misión que ha dado voz a Sevilla, y agradecer a Dios por la dicha de poder vivir en primera persona un Pentecostés renovado donde personas de toda clase y condición fuimos impulsados por el Espíritu Santo en una unidad indescriptible que nos llenó de fuerza y alegría para manifestar al mundo que Jesús es el Señor.
¡Siempre Adelante! ¡Dios te ama con inmensa misericordia!
Óscar Díaz Malaver
Vicario Episcopal para la Nueva Evangelización
y Párroco de Nuestra Señora de la O