Terminando de hablar por teléfono con mi amigo Manolo sobre la actualización de mí Curriculum Vitae , me dirigí a buscar en el altillo la carpeta donde guardaba todos los certificados que avalaban mi formación.
Encontré la carpeta y empecé a recordar esos años tan maravillosos que pasé en la Universidad, esas primeras experiencias laborales dando clases y las amistades que se fraguaron entonces y que mantengo actualmente.
Me adentré en el interior del altillo como en la escena de la película ‘Las crónicas de Narnia’, cuando los tres hermanos entran en el armario y mientras despejan los abrigos que se encuentran a su paso, se dirigen hacia el exterior donde acontecen sucesos extraordinarios.
Con música de fondo de Hans Zimmer, empiezo a encontrarme con todo tipo de recuerdos en el altillo: Fotos de mi primer interrail, cuando contaba 20 años, mi primera aventura «improvisada» de un viaje en moto a Sevilla desde Barcelona, acampadas en Cazorla, Pirineos….
Comienzo a poner en orden todo lo que voy encontrando y hago inventario para saber qué guardo en el altillo , cuando de repente siento una sensación muy agradable. Me gusta lo que estoy haciendo y no me pesa nada hacerlo.
Es la sensación de hacer las cosas con amor, de lo que nos hablan papas como San Juan Pablo II y recientemente Francisco en la Exhortación «Gaudete et Exultate».
Es curioso cómo en la vida no tenemos que hacer grandes cosas para disfrutar, cómo dándole un toque extraordinario a lo ordinario podemos revivir experiencias que permanecerán en el tiempo…