La relación de María con el Espíritu Santo es muy estrecha y a la vez privilegiada.
Ella es una criatura única; todo su ser, sus acciones y su Misión están movidas por el Espíritu Santo. Es concebida inmaculada, en situación de plenitud de gracia y en su corazón conocemos al Espíritu Santo.
María, al recibirlo, tuvo un crecimiento de gracia, y un desarrollo de las virtudes infusas y de los dones del Espíritu Santo. Recibió todavía más perfección sobrenatural.
Hay momentos importantes en la vida de la Virgen María muy vinculados al Espíritu Santo: en la Anunciación, la Visitación a su prima Santa Isabel, el Nacimiento e infancia de Jesús, la vida oculta de Nazaret, las Bodas de Caná, en el Calvario, en la Pascua y por supuesto en Pentecostés.
Los apóstoles, antes del día de Pentecostés, “perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres y con María la Madre de Jesús” Hech, 1,14
“La Virgen María nos enseña el significado de vivir en el Espíritu Santo y qué significa para cada cristiano, para cada uno de nosotros, que está llamado a acoger la Palabra de Dios, a acoger a Jesús dentro de sí y llevarlo luego a todos. María invocó al Espíritu con los Apóstoles en el Cenáculo: también nosotros, cada vez que nos reunimos en oración estamos sostenidos por la presencia espiritual de la Madre de Jesús, para recibir el don del Espíritu y tener la fuerza de testimoniar a Jesús resucitado» (Papa Francisco, Regina Coeli, 28 de abril de 2013).
Ella fue para los apóstoles y lo es hoy para nosotros el mejor modelo para seguir las inspiraciones del Espíritu Santo.
“En Pentecostés, la Virgen Madre aparece nuevamente como Esposa del Espíritu para ejercer una maternidad universal respecto a cuantos son engendrados por Dios mediante la fe en Cristo». (Benedicto VI)
Esta intimidad que tiene María con Él, nos debe guiar a nosotros también a tenerla.
Yo le pido hoy a la Virgen, en su advocación de María Auxiliadora, que el Espíritu Santo forme en nuestro corazón un nido para que repose siempre. Le pido también que nos ilumine, nos guíe, nos fortifique, nos consuele y nos diga en cada momento qué debemos hacer.
Le pido también al Espíritu Santo que aumente en nosotros especialmente la devoción a la Virgen María.
Que nos haga humildes, teniendo como modelo a la Virgen y recordando sus palabras “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”; que nos ayude a tener más presencia de Dios en la oración diaria.
Santa María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros y enséñanos a preparar la venida del Espíritu Santo en nuestras vidas. A seguir sus inspiraciones con docilidad ayudándonos así a crecer conforme a la Verdad.