“ Yo diría que normalmente son las minorías creativas las que determinan el futuro, y en este sentido, la Iglesia Católica debe comprenderse como minoría creativa que tiene una herencia de valores que no son algo del pasado, sino una realidad muy viva y actual”
(Benedicto XVI. 26/09/2009.)
Cuando se habla de “minoría” no se refiere a unos pocos selectos, sino más bien se contrapone a “masas o aglomeraciones de personas”.
El modelo más claro que tenemos de “minoría creativa” es La Familia de Nazaret.
También fueron los doce Apóstoles una minoría ejemplar. Jesús eligió a personas toscas e ignorantes y dedicó toda su vida pública a centrar su formación en la vida interior para que salieran a evangelizar al mundo.
Se trata de que los cristianos seamos fermento en la masa. Pero tendremos que ir “uno por uno” para transformar a la sociedad, al todo.
¿Cómo ser “minorías creativas” en nuestros ambientes?
Teniendo como fin último el servicio y la entrega al bien común, haciéndolo con entusiasmo y sentido de trascendencia, siendo fieles a la doctrina y mostrando con nuestros actos la fidelidad en aquello en lo que creemos.
En estos tiempos se necesitan personas de acción; no se trata de ser una Iglesia minoritaria, sino que partiendo de estas minorías creativas, el cristianismo puede producir el fruto universal de la evangelización teniendo en cuenta la genialidad de personas creyentes que promuevan la comunión; que tiendan puentes hacia los demás.
Los Papas modernos han recordado en muchas ocasiones la importancia de las minorías para difundir el Evangelio, su testimonio que se contagia a otros es fundamental, esa es la dimensión misionera a la que están llamadas estas minorías en la Nueva Evangelización.
El Papa Francisco, en su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, da una serie de pistas para que seamos minorías creativas:
“Ser evangelizadores con espíritu….personas que oran y trabajan, que dan razón de su esperanza…”
“Si se logra ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de una vida”