No, no me refiero a la película de José Luis Garci del año 1977. Un gran éxito en su momento que hoy, ¡casi cuarenta años después!, resulta inexplicable. Nuestras asignaturas pendientes en el mundo de las Hermandades son mucho más concretas y reconocibles que las de los protagonistas de la película. A pesar de la aparente diversidad de cuestiones que presentan las hermandades hay algunos problemas que se plantean en un buen porcentaje de ellas, aunque no siempre con la misma intensidad.
Para empezar, una hermandad no es un ente abstracto, son las personas que la integran y las que la dirigen en cada momento. Por eso no se pueden, ni deben, establecer categorías, o clasificaciones, en base a variables externas: hermandades de centro o de barrio, clásicas o modernas, de penitencia o de glorias, de Sevilla capital o de la provincia.
Respecto a los problemas que pueden plantear, las manifestaciones de los mismos pueden ser diversas, pero las raíces son las mismas y se reducen a dos: la gestión y la definición del papel de los laicos en la Iglesia y en la sociedad.
Por lo que respecta a la Gestión, hay que repetir, aún a riesgo de ser reiterativo, que el entusiasmo, la tradición familiar o la ilusión por desarrollar un proyecto no son suficientes. En los momentos actuales menos. La gestión de una organización tan compleja como es una Hermandad, con un presupuesto razonablemente alto, y un considerable número de hermanos a los que formar, informar y atender no es una tarea de aficionados, por muy buena voluntad que se tenga. Exige conocimientos y experiencia en el manejo de organizaciones de personas. Además hoy día la legislación canónica y la civil, y también la tributaria, exigen a las hermandades el cumplimiento riguroso de una serie de obligaciones formales cuyo incumplimiento puede acarrear importantes consecuencias y responsabilidad para sus directivos.
En lo que se refiere a la definición y reconocimiento del papel de los laicos integrados en hermandades en la sociedad actual éste no se limita a la organización de la salida procesional, la Función Principal y la Caridad. Los miembros de la Junta de Gobierno, con el Hermano Mayor al frente, actúan en el cumplimiento de la misión encomendada por la Iglesia a la Hermandad, desde su ámbito de autonomía y de acuerdo con las directrices marcadas por la Iglesia en cada momento, a través de la Jerarquía. Esta idea general tiene su soporte en la Constitución Lumen Gentium, que desarrolla los conceptos de vocación universal a la santidad y la relación entre vocación divina y vocación profesional como realidades que se complementan mutuamente, es ahí donde se fundamenta el papel de los hermanos, especialmente los de la Junta de Gobierno, en la sociedad.
Identificados los problemas la solución sólo puede ser una: formación. Sin una sólida formación permanente en estos temas las necesidades de la Hermandad para el cumplimiento de sus fines queda en el aire, dando lugar al nacimiento de una inestabilidad frívola. Es preciso prepararse para afrontar este doble desafío. No darse por satisfechos con la puesta en marcha unas cuantas actividades que se agotan en sí mismas, sin más finalidad que su realización. No están los tiempos para replegarse sobre sí mismos, sin abrir la ventana a los nuevos vientos.
Pero tampoco hay que quedarse en un simple voluntarismo, hay que concretar dónde y cómo mejorar esa formación. Aquí se abre a la Delegación de Hermandades y al recién elegido Consejo General, un interesante campo de colaboración y ayuda a las Hermandades y Cofradías.