A la vuelta del verano retomo, encantado, el contacto con mis amigos a través del blog. No voy a decir esa frase tan tópica y manida de que “vuelvo con las pilas cargadas”; sencillamente regreso con la ilusión de continuar una tarea tan agradable como es ésta de llegar a ustedes cada semana.
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Septiembre, junto con enero, son dos meses cargados de buenos propósitos: dejar de fumar, ir al gimnasio, aprender inglés, hacer dieta y alguno más que, en su mayoría, se irán abandonando más pronto que tarde.
También a las Juntas de Gobierno llega este “afán de mejora”. Espero que aquí los buenos propósitos tengan más continuidad; aunque ésta dependerá, en gran medida, del rigor y sensatez del proyecto que la Junta de Gobierno proponga a sus hermanos.
Las hermandades, como cualquier otra institución, no se gobiernan por opiniones u ocurrencias, se gobiernan por convicciones. Las opiniones son mudables, manipulables; las convicciones son permanentes, se fundamentan en un esquema de valores sólido, que sirve de soporte a nuestra vida y actuaciones. Si la Junta de Gobierno, bajo la dirección del Hermano Mayor, tiene un modelo claro de Hermandad, de su naturaleza y fines, y ese modelo está sustentado en principios claros y bien asentados, es de suponer que las iniciativas que se planteen sirvan para reforzar la Hermandad y lleguen a buen término.
Por el contrario, cuando se gobierna desde la superficialidad, sin un andamiaje o estructura interna sólida, las innovaciones o iniciativas propuestas pueden caer en la frivolidad.
Aquí no vale la coartada de que tal o cual decisión “ha sido aprobada democráticamente por los hermanos en un Cabildo General”. No todo es susceptible de ser aprobado por votación, por muy democrática que ésta sea. La democracia no es un valor absoluto que legitime cualquier decisión. Sería muy preocupante que temas que afectan al espíritu, al corazón de la Hermandad, se trataran de resolver por votación en movimientos asamblearios. La radicalización del Bien, el alma de la Hermandad, no se definen por mayoría. Eso sería manipular el sentido del Cabildo, un ataque a la libertad de los hermanos, que se fundamenta justamente en que ninguna asamblea, democrática o no, ningún Cabildo, pueda avasallar las instituciones. Esa es la libertad que se sostiene en la conciencia, en las “leyes susurradas al corazón”.
Grave peligro: creer que nada existe por encima de las decisiones adoptadas por las mayorías. Eso supone excluir cualquier forma de trascendencia de las opciones colectiva; desconocer que la conciencia nos hace superiores a las leyes políticas.
Por eso la Junta de Gobierno debe decidir en qué plano se quiere mover: ¿en el plano de un progresismo adolescente que cree que cambiar, ir adelante en cualquier elección, es mejor que permanecer en las costumbres de la fidelidad?, ¿o en el plano adulto, de las decisiones bien fundamentadas, en coherencia con la misión de la Hermandad, conscientes de que quien busca sólo la aprobación ajena y el aplauso de los demás, entra en una deriva peligrosa?
Cuando se plantean cuestiones simplemente por novedad, moda, o por no desentonar con el ambiente, se comienza a no ser del todo coherente con los principios y se cae del lado de la mediocridad, en el mejor de los casos.
Cambios e innovaciones sí; pero procurando que éstas contribuyan a reforzar la misión de la Hermandad, no a satisfacer la última ocurrencia de algunos, aunque haya sido aprobada por mayoría de votos.