En el último informe del Defensor del Menor, presentado hace unas semanas, aparece un dato preocupante: desde 2007 hasta hoy los casos de agresión de hijos a padres han aumentado en un 60%. ¿Qué quiere decir éso? Se pueden plantear muchas teorías para explicarlo, pero todas conducen a una misma conclusión que está en el origen: un cambio profundo en los modelos culturales de nuestra sociedad.
La cultura es el conjunto de valores compartidos, que se manifiestan al exterior en la conducta que seguimos habitualmente, es decir: en la ética. La relación es, pues, muy clara: a un cambio de valores siguen cambios en la ética y, como consecuencia, cambian también los modelos culturales.
Aquí las hermandades tienen mucho que decir. Si una de sus misiones fundamentales es la formación de sus hermanos, esta tarea se hace especialmente necesaria entre los hermanos más jóvenes. Una formación profunda y exigente, para redescubrir y afianzar los valores de la cultura europea, que no son otros que los valores de la cultura cristiana, y que les dote de los criterios y de la capacidad de análisis suficientes para interpretar e incidir positivamente en la sociedad actual.
Los jóvenes en las hermandades no son mano de obra barata, para montar bares y tómbolas, limpiar plata o trasladar enseres del almacén a la iglesia. Bien están todas esas actividades si se plantean como lo que realmente han de ser: ocasiones de servir a los demás, incidiendo así en su mejor personal. Complemento a un plan de formación riguroso y programado.
Una de las notas esenciales de la biografía de San Juan Pablo II, desde sus tiempos de sacerdote en Cracovia, fue su preocupación por los jóvenes, consciente de lo que la sociedad se juega en ellos. «¡No tengáis miedo!, ¡abrid de par en par las puertas a Cristo!» fue su lema al dirigirse a ellos. Las claves para ese plan de formación se las dio San Juan Pablo II directamente a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Colonia en 2005.
«Estad unidos, pero no encerrados. Sed humildes, pero no temerosos. Sed sencillos, pero no ingenuos. Reflexivos, pero no complicados. Dialogad con todos, pero seguid siendo vosotros mismos.
»Cada uno de vosotros, queridos jóvenes, si permanece unido a Cristo y a la Iglesia puede cumplir grandes cosas. Esta es la consigna que os dejo».
Hay algo más: en https://www.youtube.com/watch?v=c-7AevuzHP0 se recoge lo esencial de los encuentros que San Juan Pablo II mantuvo con los jóvenes a lo largo de los años que estuvo al frente de la Iglesia. Todo un plan de trabajo para la formación de los jóvenes cofrades.