Explica el diccionario que una caricatura es un retrato gráfico o literario en el que se deforman o exageran las características de algo o alguien.
Permítanme entonces caricaturizar lo que, según algunos, ha de ser un Hermano Mayor, presentándolo como aquel personaje que se reúne habitualmente con otros hermanos mayores o asimilados para, previo saludos efusivos, con abrazos y besos a discreción, hablar de hermandades y criticar al Consejo.
Eso en la calle. Dentro de su hermandad su actitud puede oscilar entre dos extremos: uno el autoritarismo con el que pretende autoafirmarse; el otro la falta de liderazgo, dejando que la Junta de Gobierno vaya resolviendo el día a día de la misma, reservándose él para los actos oficiales y de representación.
Pido disculpas de antemano por la generalización y la falta de matices que toda caricatura conlleva. Porque de lo que quería hablar no es de éstas exageraciones, sino de una virtud que debe servir de referencia a todo Hermano Mayor: la naturalidad en el desempeño de sus funciones.
Naturalidad es la cualidad de la persona que actúa según su naturaleza, su modo de ser, de forma veraz, sin artificio, sin doblez. Es natural quien se expresa y procede con sencillez, manifestándose tal como es, sin dejarse influir por prejuicios o preocupaciones, falta de rectitud de intención o deseos de quedar bien, que lleven a tomar posturas premeditadas, afectadas o ficticias, que no responden al carácter de la persona, a sus intenciones reales, a las circunstancias objetivas o subjetivas del momento.
Naturalidad no es la falsa espontaneidad que lleva a algunos de forma primaria e irresponsable (“yo soy muy natural, hago lo que me da la gana y cuando quiero”). La naturalidad llevará al Hermano Mayor a ser siempre consecuente consigo mismo y a dar, donde quiera que esté, claro ejemplo de testimonio cristiano, precisamente porque la verdad de su vida no le permite jamás adoptar actitudes tibias, ni inquietarse si su actuación despierta la curiosidad o crítica de los demás, asumiendo siempre la irrenunciable responsabilidad de su cargo: de ser testigo de Jesucristo en la Hermandad y fuera de ella.
El trabajo del Hermano Mayor no consiste en un permanente ejercicio de relaciones públicas o presidencia de actos. Es preciso encontrar el hilo argumental de su día a día. Su actividad diaria se materializa en actuaciones racionales y libres, de las que ha de asumir su responsabilidad y que son, por tanto, moralmente imputables. El acto humano no es un simple «caso» de una norma, sino la expresión real de una persona. Esos actos –por tanto- han de ser éticamente correctos, es decir, actos virtuosos.
Todos sus actos tienen, para el Hermano Mayor y para las personas afectadas, un valor ético que se refiere al cambio que se produce en el sujeto en virtud de la naturaleza moral del acto, de la intención que tenía al realizarlo y de las circunstancias que concurren en el mismo. Un valor ético que mejora o empobrece a la persona. Ése es el hilo argumental de su día a día: la mejora personal y la de los hermanos afectados por sus decisiones.
Aquí no valen las caricaturas ni las simplificaciones. Lo que vale es ponerse en juego cada dia.