Las hermandades no viven en un fanal. Influyen y son influidas por la sociedad, de la que forman parte. Eso significa que los usos, costumbres y corrientes de pensamiento afectan a las hermandades, a los hermanos. Si no se tiene una especial sensibilidad, o el suficiente criterio, para discernir lo que hay detrás de las nuevas tendencias, en ocasiones nos podemos encontrar asumiendo modos que no encajan en los fines de una hermandad.
Por ejemplo en el lenguaje.
Cuando se le dice a un amigo que está pasando por un mal momento: Te mando fuerza, ¿qué le queremos decir exactamente? Seguramente resulta más exacto, y más cristiano, decirle: Rezo por ti. Mandar fuerza no pasa de ser una frase hecha, sin contenido real; pedir a Dios por las necesidades de nuestros amigos, como si fueran nuestras, sí es expresión cabal de una obra de misericordia.
Hay veces en las que, queriendo resaltar las cualidades de alguien decimos que es una persona con mucha energía positiva. No sé exactamente a qué se refieren, lo que sí sé es que los santos de ayer y hoy, no tenían energía positiva, lo que traslucían era gracia de Dios, la auténtica energía positiva que saca lo mejor de cada persona.
Lo mismo que cuando decimos a alguien eres muy especial para mí ¿Tanto cuesta decirle te quiero, me voy a empeñar en hacerte feliz, con olvido de mí mismo? Lo especial es lo que me es útil. Se trata de decidir, pues, si pongo a los demás al servicio de mis necesidades afectivas, o soy yo quien se pone al servicio de los demás.
¿Y eso de dar un pésame a alguien diciéndole que allí donde esté, su padre, o su familiar, seguro que se encuentra bien? Pues la verdad es que donde realmente se encontrará bien el difunto, en plenitud de su ser, es en presencia de Dios, que es lo que le deseamos y por lo que rezamos.
Podríamos seguir, hay muchos ejemplos más; pero creo que es suficiente.
Estas expresiones pretendidamente asépticas, universales, enlazan con las teorías de lingüistas y pensadores del siglo pasado (Saussure, Althusser, Chomsky,…) que trataban de establecer las conexiones entre lenguaje e ideología y, actualmente, con la New Age. ¿Y qué es eso?, no es una religión, ni una filosofía, ni una ciencia. New Age es una nebulosa, totalmente informal y carente de estructuración, que contiene esoterismo y ocultismo, pensamiento mítico y mágico y una pizca de cristianismo, todo revuelto con ideas pseudocientíficas, debería llevar al “despertar a una nueva conciencia”.
Se podría pensar que todo esto no tiene mucho que ver con el mundo de las hermandades; pero la New Age resulta muy apropiada para los que quieren una religión que no les comprometa demasiado, que sea, más bien, un adorno cultural, que les haga aparecer como modernos y eclécticos y les permita situarse, supuestamente, un poco por encima de quienes siguen aferrados a «tradiciones culturales superadas», como el cristianismo.
En la sociedad actual, y siempre, las hermandades no sufren problemas, detectan oportunidades. Esta es una de ellas: devolver al lenguaje su función de medio de comunicación y de conocimiento del Bien, la Verdad y la Belleza. No es una opción, viene exigido por las Reglas: influir cristianamente en la sociedad.