Siempre que se proponen algunos consejos o sugerencias para una actividad determinada, se plantean como un decálogo: han de ser diez, como los Diez Mandamientos.
Quisiera ofrecer algunas sugerencias a las Juntas de Gobierno –y, ¿por qué no?, al Consejo- para el desarrollo de su trabajo de cada día. Pero no son diez, lo siento, sólo van nueve, por eso es un decálogo de nueve. No van en orden de importancia.
1.- Colaboración leal con la Iglesia Diocesana. Aquello de que “la Iglesia es una cosa y las hermandades otra” ya pasó. De acuerdo que los fieles laicos no necesitan un mandato o delegación de la Jerarquía para su actividad apostólica, porque ya lo han recibido de Dios en el Bautismo; pero esa actividad habrán de realizarla en unión con la Jerarquía y según el Magisterio de la Iglesia. Sin unión con el obispo y con su cabeza, el Papa, no puede haber para un católico unión con la Iglesia, y las hermandades son asociaciones públicas de fieles de la Iglesia Católica. Son las reglas del juego
2.- Planificación estratégica. Dirigir una Hermandad no es organizar una serie de actividades, las de siempre, es definir un futuro y encaminar la Hermandad hacia él. Esto exige del Hermano Mayor, y su Junta de Gobierno, trabajo, análisis permanente de la Hermandad y su entorno y la constante toma de decisiones, para llevar a la Hermandad a ese futuro diseñado.
4.- Profesionalización de la gestión, es decir: dar carácter profesional a la actividad de la Junta de Gobierno. Esta no es tarea para aficionados voluntariosos. Requiere conocimientos y actitudes que no se improvisan ni van con el cargo. Hay que adquirirlos y desarrollarlos, no sólo con la práctica, también profundizando en los fundamentos teóricos de la actividad.
5.- Gestión de equipos. El trabajo en equipo no surge espontáneamente. Se trata de definir, proponer y desarrollar un proyecto compartido, y conseguir que todos los miembros del equipo –la Junta de Gobierno- se sumen a él. Las condiciones básicas para el trabajo en equipo son la lealtad, el respeto, la confianza y el apoyo mutuo entre los miembros del mismo. Logrando así objetivos superiores a los que podría obtener cada uno aisladamente.
6.- Cuentas rigurosas. La contabilidad de la hermandad no es una fastidiosa obligación formal, ha de ser una herramienta de gestión y análisis. Una contabilidad que debe ajustarse al los criterios del Plan General Contable. Preferiblemente auditada. Los responsables de la contabilidad (los mayordomos) han de procurar, además, el cumplimiento exquisito de las obligaciones formales. Ya no es una opción, las nuevas normas legales lo plantean como una exigencia a la que todas las entidades, también la Iglesia Católica y las Hermandades, han de ajustarse.
7.- Ejercicio de la autoridad. Al Hermano Mayor y a su Junta de Gobierno se les elige para que gobiernen. El gobierno implica la toma de decisiones, a veces difíciles. Hacer dejación de esa autoridad por debilidad o por desidia es falta grave. El ejercicio de la autoridad no tiene nada que ver con el autoritarismo. La relación entre el que manda y el que obedece se establece por la voluntad, no por la razón.
8.- Investigación y fundamentación. Como ya hemos dicho, las hermandades son una realidad lo suficientemente importante como preocuparse de dotarla de fundamentos sólidos. Se corre si no el peligro de centrarse en lo accesorio, olvidando la misión de la Hermandad. Esta fundamentación pasa por la atención permanente a las novedades que, en el campo teológico, del derecho, la comunicación o la economía, por citar algunos, afecten a las hermandades y por la preocupación por la formación permanente en estos temas.
9.- Política de comunicación institucional. La política de comunicación no consiste en enviar notas a los medios a ver si las publican. Su enfoque primordial es convertir la identidad en imagen. Conocer cómo la sociedad percibe a la Hermandad y promover situaciones que ayuden a que la percepción que se tiene de la Hermandad coincida con su identidad. Este es un trabajo continuo que pasa por definir la identidad de la Hermandad, reforzarla ante la opinión pública, y contrarrestar los mensajes negativos. Y todo esto de forma organizada.