Hay términos que tienen el éxito asegurado. Por ejemplo paz, libertad, unidad, bienestar y otros por el estilo. Los políticos son especialmente proclives a utilizarlos. Si alguno promete a sus conciudadanos que con él la sociedad alcanzará mayores cotas libertad y bienestar, todos unidos y libres, nadie se puede oponer a ese planteamiento. El problema viene luego, al entrar en el detalle de qué significa para cada uno libertad y paz, qué concepto tiene del bienestar o qué alcance debe tener la unidad.
Esto es aplicable también a las hermandades.
Unidad y Comunión de los santos.
Cualquier Hermano Mayor que se precie ha de proclamar su empeño en conseguir o mantener la unidad de los hermanos; pero ¿qué sentido tiene esa expresión en una Hermandad? Desde luego no se trata de que todos sean muy amigos y salgan juntos, eso es imposible, cada uno tendrá sus afinidades y preferencias, sin que eso afecte para nada a la unidad de la Hermandad. Hay que ir al fondo, más allá de los tópicos: las Hermandades son parte integrante de la Iglesia, por lo que las notas características aplicables a la Iglesia lo han de ser también a las hermandades. Una de esas notas es la comunión de los santos, la unión común que hay entre Jesucristo, Cabeza de la Iglesia, y sus miembros, y de éstos entre sí: los santos del cielo, las almas del purgatorio y los fieles de la tierra.
Resulta así una comunidad de bienes en la que todos los miembros de la Iglesia participan. No de bienes de este mundo -materiales, culturales o artísticos-, sino de bienes imperecederos, con los que nos podemos prestar unos a otros una ayuda incalculable.
Unidad en la Hermandad.
Ése es el verdadero sentido de la unidad en las hermandades: una verdadera y real comunión de los santos, de los hermanos que andan por la tierra, de los que esperan en el purgatorio para ser dignos de presentarse a Dios y de los que gozan ya de su presencia. Por solo que se encuentre un hermano ha de saber, incluso sentir, que jamás está aislado: toda la Hermandad, como parte de la Iglesia, aún no conociéndolo, está junto a él rezando y aplicando sus méritos. Ésa es la unidad de la Hermandad que debe animar y conseguir el Hermano Mayor
Unidad: ser conscientes de que cualquier cosa buena que yo haga influye en la Hermandad para bien. Y viceversa. Nuestra alma se vitaliza por el sufrimiento, el trabajo o la oración de hermanos que quizá desconocemos. Un día, en la presencia de Dios, en el momento del juicio particular, veremos esas inmensas aportaciones que nos mantuvieron a flote en muchos casos y, en otros, nos ayudaron a situarnos un poco más cerca de Dios.
También contemplaremos con alegría qué eficacia tuvieron en otros hermanos nuestros sacrificios, trabajos, oraciones; incluso aquello que nos pareció estéril y de poco interés.
Fomentar la unidad no es –o no es solamente- organizar una capea o una cena de Navidad, es tener las ideas claras y actuar en consecuencia. Rezar y hacer rezar para sacar la hermandad adelante, unidos a los hermanos difuntos que gozan de Dios en el cielo y de las almas que se preparan en el purgatorio.
Cuando el Hermano Mayor dice: “quiero fomentar la unidad en la Hermandad”, está diciendo (o debería): “quiero que mis hermanos conozcan y vivan la comunión de los santos”.