Día tras día los telediarios y los periódicos nos traen acontecimientos negativos: terrorismo, guerra, violencia machista, corrupción…Ante esta catarata de malas noticias, no es extraño que se reaccione con pesimismo, desesperanza o lo que es peor, con agresividad o desconfianza hacia todo el colectivo al que pertenece el que protagoniza la noticia. Si es la corrupción, a todos los miembros del partido del corrupto, si es violencia machista, se puede pensar que todos los hombres son unos violentos y desconsiderados hacia las mujeres, y lo que es peor, que todos los musulmanes encierran a un potencial terrorista. También los receptores de las noticias suelen hacerse eco de estos prejuicios y se reproducen por whatsapp, twiter o cualquier otro medio, mensajes condenatorios y descalificadores que no hacen sino contribuir a aumentar un clima de tensión, miedo y desesperanza.
El papa, consciente de esta situación, ha publicado un mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en el que habla de comunicar esperanza y confianza en nuestro tiempo.
Francisco, pone el símil de las piedras de molino que pueden moler trigo o cizaña. Con él hace un llamamiento tanto a los profesionales de la información como a los que transmiten informaciones en las relaciones personales para que se rechacen los prejuicios contra los demás y se fomente una cultura del encuentro que ayude a mirar la realidad con auténtica confianza.
El papa no rechaza que haya que dar malas noticias. Porque de hacerlo, se ocultaría la realidad y se aumentaría la desinformación, pero sí dice que rompamos el círculo de angustia y frenemos la espiral del miedo evitando centrarnos solo en lo negativo. Pide que se busque un estilo comunicativo abierto y creativo que no haga como protagonista al mal y que trate de buscar posibles soluciones, favoreciendo una actitud activa y responsable en las personas a las cuales va dirigida la noticia.
Frente a la lógica de que para que una noticia sea buena ha de causar impacto y donde fácilmente se hace espectáculo del drama y el dolor que puede acabar adormeciendo la conciencia, el papa propone la lógica de la buena noticia,
Cada nuevo drama que sucede en la historia del mundo se convierte también en el escenario para una posible buena noticia, desde el momento en que el amor logra encontrar siempre el camino de la proximidad y suscita corazones capaces de conmoverse, rostros capaces de no desmoronarse, manos listas para construir.
El Reino de Dios está ya entre nosotros y quien se deja llevar por esta confianza se da cuenta de que es capaz de descubrir e iluminar la buena noticia presente en cada historia y en el rostro de cada persona.
La esperanza, dice el papa, es la más humilde de las virtudes porque está escondida en los pliegues de la vida, pero así como la levadura hace crecer la masa, el Espíritu siembra en cada uno de nosotros el deseo del Reino a través de muchos «canales» vivientes, a través de las personas que se dejan conducir por la Buena Nueva en medio del drama de la historia, y son como faros en la oscuridad de este mundo, que iluminan el camino y abren nuevos senderos de confianza y esperanza.