La cuaresma es un tiempo propicio para prepararnos a celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Jesús.
Para ayudarnos a caminar en este período los papas publican todos los años un mensaje que esta ocasión tiene por título el indicado arriba. Cuatro son las reflexiones que el papa aporta:
1.- El misterio pascual, fundamento de la conversión.
Nuestra vida nace del amor de Dios Padre, de su deseo de darnos vida y en abundancia. Aceptar esta realidad nos lleva a experimentar una gran alegría. En cambio, si la rechazamos y escuchamos al “padre de la mentira”, corremos el riesgo de convertir esta vida en un infierno, como lamentablemente comprobamos en muchos hechos dramáticos, tanto individuales como colectivos que ocurren cada día. Por eso, mirar los brazos de Cristo crucificado abiertos es una invitación a confesar nuestros pecados y creer firmemente que su misericordia nos libra de toda culpa.
Por obra del Espíritu Santo, la Pascua de Jesús es un hecho siempre actual que nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.
2.- Urgencia de conversión.
En este tiempo es necesario establecer una relación estrecha con el Señor crucificado y resucitado, cara a cara, de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso es importante la oración, especialmente en este tiempo. Se puede orar de muchas formas pero es importante que por medio de ella Dios penetre en nuestro corazón y lo convierta cada vez más al Señor y a su voluntad. No dejemos pasar este tiempo de gracia sin dejarnos fascinar por su Palabra.
3.- La apasionada voluntad de Dios de dialogar con sus hijos.
El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva oportunidad debería sacudirnos de nuestra “modorra”. A pesar de la presencia dramática a veces del pecado, del mal en nuestra vida, en la Iglesia y en el mundo, Dios manifiesta su voluntad tenaz de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros.
4.- Una riqueza para compartir, no para acumular sólo para sí mismo.
Poner el Misterio pascual en el centro de la vida de cada uno de nosotros significa sentir las llagas de Cristo crucificado presentes en las víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida del no nacido y del anciano, de los desastres medioambientales, de la trata de personas…y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría.
La limosna es una forma de compartir nuestros bienes con los más necesitados. Compartir nos hace más humanos, mientras que acumular tiene el riesgo de embrutecernos, ya que nos encerramos en nuestro propio egoísmo. Podemos y debemos ir más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía. Es necesario diseñar una economía más justa e inclusiva que la actual.
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