La alegría del amor II

Una vez recorrido el himno de San Pablo, como vimos en el anterior post, el papa dice que ese amor que une a los esposos, santificado, enriquecido e iluminado por la gracia del sacramento, es una unión que recoge en sí la ternura de la amistad y la pasión erótica, aunque es capaz de  subsistir aún cuando los sentimientos y la pasión se debiliten.

Siguiendo la doctrina hasta ahora expuestas por distintos papas, especialmente por San Juan Pablo II,  el santo Padre dice que el amor de los esposos es reflejo del amor de Dios por nosotros y es una forma de hacer visible, a partir de cosas sencillas, el amor con que Cristo ama a su Iglesia. Pero Francisco es consciente que las personas son limitadas y dice que no se puede arrojar sobre las mismas el peso de reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y la Iglesia, sino que más bien es un proceso dinámico.

¿Qué otras particularidades se le dan a este amor en la exhortación?

  • Es la máxima amistad cuyas características son: búsqueda del bien del otro, reciprocidad, intimidad, ternura, estabilidad y una semejanza entre amigos cuya vida se está compartiendo.
  • Indisolubilidad. Quien está enamorado no se plantea que esa relación pueda ser temporal. Quien vive la alegría de casarse, no piensa en algo pasajero. Es un deseo también de los hijos: éstos no quieren que los padres se separen, sino que se amen, sean fieles y vivan juntos. No es solo una formalidad social o una tradición, es una alianza ante Dios, abierta a lo definitivo y que reclama fidelidad.
  • En constante crecimiento, sin ceder a la cultura de lo “provisorio”. Es un desafío que requiere luchar, renacer, reinventarse y empezar siempre de nuevo hasta la muerte.
  • Es una amistad que incluye las notas propias de la pasión pero orientada cada vez a una unión más firme e intensa, porque no ha sido instituido solo para la procreación sino para que el amor mutuo se manifieste, progrese y madure según un orden recto.
  • Alegre y bello. En el matrimonio conviene cuidar la alegría del amor, que amplía la capacidad de gozar y permite encontrar gusto en realidades varias. Se puede vivir, aún en medio del dolor, ya que el matrimonio es una necesaria combinación de gozos y esfuerzos, de tensiones y descanso, de sufrimientos y liberaciones…

La belleza, el alto valor del otro, (que no coincide con sus atractivos físicos o psicológicos) nos permite gustar lo sagrado de su persona, sin la imperiosa necesidad de poseerlo, va más allá de satisfacer mis necesidades. Esto me permite buscar su bien aunque no sea el mío o incluso aunque se haya vuelto físicamente desagradable, agresivo o molesto. Las alegrías más grandes de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás.

  • En constante manifestación y crecimiento. Esto ayuda a todos los miembros de la familia a seguir en constante crecimiento. En la familia, dice el papa con contundencia es necesario usar tres palabras: permiso, gracias, perdón.
  • En diálogo constante. Para ello hay que escuchar con paciencia y atención. Reconocer que el otro tiene derecho a pensar de forma autónoma y a ser valorado, tener amplitud mental para no obsesionarse y encerrarse con unas pocas ideas.
  • Fecundo. El amor conyugal no se agota dentro de la pareja sino que da vida, acogen a los hijos antes de que lleguen.

Hasta aquí el resumen del capítulo cuatro. Con el inicio del capítulo quinto: “Amor que se vuelve fecundo”, acabo este penúltimo post dedicado a Amoris laetitia. El último lo dedicaré a los hijos y a los novios.