Este es el lema para la próxima Jornada Mundial de los Pobres que la Iglesia celebrará el día 15 de noviembre. Esta frase que sirve de lema fue escrita unos doscientos años antes de Jesucristo en el libro del Eclesiástico. El autor de este libro, Sirac buscaba la sabiduría que hace a los hombres mejores para vivir en la realidad del momento que le había tocado. Era un momento difícil, como ahora, de dura prueba para el pueblo de Israel, y Sirac que era un hombre de profunda fe, se dirige a Dios para pedirle el don de la Sabiduría. Y Dios le responde: «Endereza tu corazón, mantente firme y no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te separes, para que al final seas enaltecido. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y sé paciente en la adversidad y en la humillación. Porque en el fuego se prueba el oro, y los que agradan a Dios en el horno de la humillación. En las enfermedades y en la pobreza pon tu confianza en él. Confía en él y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia y no os desviéis, no sea que caigáis» (2,2-7).
Posteriormente, en Mt 25,40 Jesús nos enseña que hay que encontrar a Dios en cada una de las personas que sufren: en el hambriento, el desnudo, el preso, el enfermo…
Nos lo dice también el papa en el mensaje:
“La oración a Dios y la solidaridad con los pobres y los que sufren son inseparables. Para celebrar un culto que sea agradable al Señor, es necesario reconocer que toda persona, incluso la más indigente y despreciada, lleva impresa en sí la imagen de Dios. De tal atención deriva el don de la bendición divina, atraída por la generosidad que se practica hacia el pobre. Por lo tanto, el tiempo que se dedica a la oración nunca puede convertirse en una coartada para descuidar al prójimo necesitado; sino todo lo contrario: la bendición del Señor desciende sobre nosotros y la oración logra su propósito cuando va acompañada del servicio a los pobres”.
Tender la mano es un signo: un signo que recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad, el amor. El papa nos recuerda la cantidad de manos tendidas que hemos visto en esta época de pandemia: mano del personal sanitario, el personal de la administración, del farmacéutico, del sacerdote, del voluntario, de hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad.
Y otras manos tendidas que podríamos describir hasta componer una letanía de buenas obras. Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo.
“Tiende la mano al pobre” es, por lo tanto, una invitación a la responsabilidad y un compromiso directo de todos aquellos que se sienten parte del mismo destino. Es una llamada a llevar las cargas de los más débiles, como recuerda san Pablo: «Mediante el amor, poneos al servicio los unos de los otros. Porque toda la Ley encuentra su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. […] Llevad las cargas los unos de los otros» (Ga 5,13-14; 6,2).
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