Nadie como un buen hijo para glosar a una madre. No se ahorran calificativos para ensalzar un sentimiento imposible de traducir con palabras ya que desborda el corazón como nada en este mundo. Si esta experiencia humana brota, como una segunda piel, en cualquier persona, no hay que hacer esfuerzos para imaginar lo que ocurre cuando esa es la Madre del cielo y no se ahorran adjetivos para dejar al descubierto la grandeza suya a pesar de saber que es imponderable porque supera con creces todo lo que el ser humano pudiera decir. La mirada encendida y a veces quebrada en láminas de luz son destellos de una emoción que oprime en la garganta.
Ese es Felipe Guerra, un «esclavo» de María, un enamorado de esa Madre bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, titular de la Hermandad de los Negritos, de la que es su Alcalde. Hay que escucharle para darse cuenta de inmediato de lo que ha supuesto para él personalmente la coronación canónica de la Virgen que se produjo el pasado 18 de mayo, porque sintiéndola verdaderamente Madre hilvana una reflexión profunda, sentida y rigurosa que desemboca en una aseveración llena de amor por Ella, a la que por ser Madre del divino Redentor, habría que coronar todos los días sin entrar en consideraciones, porque es puerta, camino que conduce siempre al Hijo. No es fácil condensar una vida que se ha nutrido de la devoción y de una fe que se reinventa día tras día volcada en esa caridad que tiene como único objetivo tratar de paliar las carencias de los más débiles. No es posible reflejar las jornadas llenas de ilusión y engalanadas de esperanza que se han ido sucediendo durante décadas alumbradas por la Virgen, y la certeza de que es Ella la que insufla el aliento para seguir adelante, pase lo que pase, y siempre con nuevos bríos. Pero Felipe lo intenta.
Es una bendición en Sevilla dar con personas, como él, que llevan tatuado en el corazón esa fe mariana y que en el caso de la Hermandad de los Negritos, la más antigua de todas, ha tenido en su historia dos insignes valedores de la misma, justamente negros que fueron esclavos, como la mayoría de sus integrantes ya que, como es sabido, la Hermandad tiene su ADN en esas personas maltratadas por sus congéneres, y que conocieron también la persecución siendo hermanos de esta insigne cofradía. Los hechos, bien reflejados en sus actas, y cincelados en piedra, tuvieron como protagonistas a Molina y Moreno que habían obtenido la libertad y sin embargo dos años antes de que los sevillanos se levantaran en pie defendido lo que luego fue proclamado dogma de fe, como es la Inmaculada Concepción, quisieron volver a atarse a una ignominiosa esclavitud vendiéndose otra vez con objeto de poder destinar la suma obtenida con su venta a ofrecer cultos en honor de María.
Hoy día, cuando muchas esclavitudes atan al ser humano sin tener enriquecedora contrapartida, y sí un cargamento de insatisfacciones y tristezas, llena de gozo recordar cuánta grandeza se encierra en quien vincula su corazón a esa fe que va dejando por doquier la huella del verdadero amor. En la Hermandad de los Negritos esta esclavitud es ciertamente bendita y discurre bajo la tierna mirada de María. No hay más que decir, y sí mucho por vivir.