Continuamos la serie de este blog dedicada a la Exhortación Apostólica Postsinodal del Papa Francisco que lleva por título Christus Vivit. Nos dice el Papa que la juventud es un don que podemos malgastar inútilmente o bien podemos recibirlo agradecidos y vivirlo con plenitud planteando una cuestión esencial relativa a cómo se vive la juventud si los jóvenes se dejan iluminar y transformar por el Evangelio.
De nuevo una pregunta esencial en relación a por qué el Evangelio no impregna la vida de un elevado número de jóvenes. El Documento Final de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos manifiesta que: “La juventud, fase del desarrollo de la personalidad, está marcada por sueños que van tomando cuerpo, por relaciones que adquieren cada vez más consistencia y equilibrio, por intentos y experimentaciones, por elecciones que construyen gradualmente un proyecto de vida”. Dicho proyecto de vida resulta esencial para su proyección futura en relación con el papel de los jóvenes en la construcción de un mundo mejor.
Los jóvenes deben tener paz interior pero posiblemente el mundo actual y la sociedad que estamos construyendo a nivel local y global no facilita este hecho. Para el Papa Francisco esta paz interior debe convivir con una insatisfacción profunda que lleva a la acción transformadora de la sociedad en la que los jóvenes deben tener una parte muy activa. La fuerza de los jóvenes, para el Papa Francisco, se proyecta en una mirada de profunda esperanza, perseverando en el camino de los sueños. Es una preciosa idea del Papa. Los jóvenes con su paz, su inquietud y su fuerza, expresan lo que Claudio Magris en relación con la utopía y la esperanza. La utopía debe estar sustentada en un correcto proceso de discernimiento. El mensaje evangélico ayuda al discernimiento cuando se lee con el corazón y también con la razón, penetrando hasta la profundidad del alma.
El Papa Francisco dice que nadie tiene el derecho a robar la esperanza a los jóvenes. El Papa Francisco nos recuerda que los adultos deben madurar sin perder los valores de la juventud, porque cada etapa de la vida es una gracia permanente que encierra un valor que no debe pasar. Insiste el Papa en la importancia de una juventud bien vivida, que permanece como experiencia interior y en la vida adulta es asumida, es profundizada y sigue dando frutos. La adecuada formación de nuestros jóvenes es esencial, representa el futuro pero da la impresión que la sociedad hipócrita en la que vivimos hay carencia de valores y los jóvenes deben saber discernir. El Evangelio es una buena fuente de ideas, alegría e ilusión para ayudar al correcto discernimiento.