El Domingo de Resurrección, por la noche, pusieron en el Canal 13 de televisión una magnífica película magistralmente dirigida por Nicholas Ray en el año 1961, producida de manera espléndida por Samuel Bronston y que constituyó uno de los típicos estrenos de Domingo de Resurrección de aquellos años. Me refiero a la película Rey de Reyes, con un magnífico conjunto de actores. Me encantó cuando la vi y me ha vuelto a gustar, con seguridad más todavía, que cuando la disfruté en aquellos años. La película nos conduce, en un metraje largo, desde el portal de Belén al sepulcro vacío y el inicio de la divulgación del Evangelio de Jesús por parte de los discípulos.
Recomiendo esta película a todo el que no la haya visto, especialmente a los más jóvenes. No es una película de otros tiempos, considero que tiene vigente actualidad en muchos aspectos. Seguro que también disfrutarían viéndola los que la vieron en la década de los sesenta. Uno de los atractivos de la película es la recreación del tiempo en que vivió Jesús y los sucesos militares y políticos de la época, con una definición interesante del convulso y confuso entorno social en que se desarrolló la vida terrenal del Hijo de Dios, que explica los sucesos de un tiempo revuelto en una sociedad expectante. El mensaje evangélico está bien presentado en una sucesión de escenas de la vida pública de Jesús de Nazaret. Las escenas de los milagros son magistrales. Un momento esencial de la película es la visita de Jesús a su madre, la Virgen María, con un corto pero intenso diálogo donde se anticipa la Pasión.
Nos decía Don Juan José Asenjo Pelegrina en su carta del Domingo de Ramos, «Quiera Dios que estos días nos sirvan para enraizar más nuestra vida cristiana personal y comunitaria». Bellas palabras que pone de manifiesto la importancia del plano personal pero también en aspecto colectivo, comunitario. La importancia del recogimiento y del silencio, y la importancia del encuentro con los otros. Jesús en el desierto y Jesús en el Sermón de la Montaña. El Domingo de Resurrección, nos escribía Don Juan José, «El Señor ha resucitado, Aleluya», y manifestaba nuestro Arzobispo que «la resurrección del Señor debe reanimar nuestra esperanza debilitada y nuestra confianza vacilante». Profundas palabras para iniciar este nuevo tramo del año, con plena confianza y esperanza reforzada.