Esta semana nos encontramos de nuevo con el Viernes de Dolores, antesala de la Semana Santa. Quiero felicitar a todas las mujeres que llevan el nombre de Dolores, Lola, Loli, Lou, y especialmente recuerdo a mi abuela Lola y a mi querida prima Lou, dos exponentes de mujeres generosas que llevan este nombre que evoca el sufrimiento de la Virgen María, todo un ejemplo de amor. La Semana Santa es otro tiempo para recordar la potencia salvífica del amor. Es un tiempo con muchas manifestaciones del mismo. El Hijo de Dios se entrega para salvarnos, y nos muestra el camino del amor. La Madre de Dios sufre al pie de la cruz porque ama a su hijo. Recordemos esta Semana Santa que el amor nos salva en cada momento. Estos días no veremos las hermandades y cofradías en las calles, no veremos nuestros pasos, no saldremos en nuestras queridas cofradías. Otros tiempos vendrán y volverá la Semana Santa como la queremos. Pero no olvidemos que es el tiempo del amor, manifestémoslo en nuestro quehacer, en nuestras relaciones, en nuestra vida diaria, tenemos muchas ocasiones.
El Papa Francisco dijo en Bagdad que “El amor es nuestra fuerza”. Una gran verdad, un amor que, para los cristianos, emana del sublime mensaje evangélico, ese mensaje que nos dejó Jesús de Nazaret. El Papa también dijo en Mosul que “La fraternidad es más fuerte que el fratricidio”. Amor y fraternidad son dos palabras hermosas, si ambas nos invadieran y fueran nuestra inspiración en los actos de cada día, quizás el mundo sería distinto. ¿Por qué en los que dirigen los destinos del mundo sus acciones no están presididas por el amor y la fraternidad? Quizás estos conceptos son incompatibles con una vida vivida para el poder, la ambición, el crecimiento sin límite, el acaparamiento de recursos y el egoísmo. Todos estos conceptos son la antítesis del amor y la fraternidad.
Antes de su regreso a Roma, dijo el Papa en Irak, “Caridad, amor y fraternidad son el camino”. Es más, son el único camino para devolver al mundo cordura, equidad, justicia y paz. Los cristianos de a pie no tenemos capacidad para influir en los que rigen el destino del mundo, lo cual no quita que podamos rezar porque los que nos dirigen vean la luz, una luz que los cristianos vemos en el Evangelio. Si creemos de verdad no olvidemos la oración, hay muchas formas de rezar y todas las atiende el Padre. Pero tampoco olvidemos las acciones que podamos llevar a cabo, que dentro de nuestra flaqueza y limitación estén presididas por el amor, que es nuestra fuerza.
El tiempo de Semana Santa es un tiempo para la reflexión. Pensemos cómo mejorar y qué podemos hacer para mejorar el mundo desde nuestro trabajo, desde nuestra familia, en nuestro ámbito. Pero tengamos siempre en cuenta que el amor es nuestra fuerza, el camino, el único camino para la transformación del mundo hacia un futuro mejor para todos.