En junio de 2015, pronto hará un año, el Papa Francisco presentaba un valiente alegato por el planeta y sus criaturas, especialmente por las más desfavorecidas, la Carta Encíclica Laudato Si´ Sobre el cuidado de la casa común. A finales de 2015 nos regaló un mensaje de esperanza, Misericordiae Vultus, la bula de convocación del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Su primera frase era muy directa: «Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su síntesis en esta palabra».
El día 6 de mayo de 2016, en el Palacio Apostólico del Vaticano, ha recibido el Papa Francisco el Premio Internacional Carlomagno 2016 por su contribución a la paz en todo el mundo y principalmente en Europa. Cuando le fue entregado el premio, el Papa expresó su deseo de “ofrecer a Europa este prestigiosos premio. No hagamos un gesto celebrativo, sino aprovechemos la ocasión para desear todos juntos un impulso nuevo y audaz para este amado Continente”. El Papa se pregunta: “¿Qué te ha pasado, Europa?».
El pontífice debería recibir el Premio Nobel de la Paz, nadie, ningún líder mundial, ha desarrollado más ideas y conceptos esenciales por el mundo y sus criaturas.
Recientemente, en su esperada exhortación postsinodal Amoris laetia, La Alegría del Amor, Francisco nos llama a la esencia del amor, principio y causa de todo lo bueno en el mundo. Donde unos y otros ven una amenaza, en los migrantes y refugiados, pobres y descartados por el poder y el dinero, el Papa los mira y nos recuerda que «nos haría bien una lágrima», una mirada de amor. Y nos llama al amor en familia, esencia de la sociedad.
De nuevo nos invita a una realidad que hay que hacer ver y es el compromiso de los cristianos: la Alegría del Evangelio y del Amor a las criaturas y al planeta que impulsa a la Iglesia como fuerza transformadora de la realidad.