El historiador británico Eric Hobsbawm escribió en el año 2006 un libro que lleva por título Guerra y paz en el siglo XXI, en él plantea que el siglo XX ha constituido el periodo más extraordinario de la historia de la humanidad porque se han dado juntos catástrofes y progresos y un incremento sin precedentes de destrucción del planeta. Se plantea el autor si hemos aprendido de los desastres vividos para afrontar el siglo XXI. El papa Francisco ha escrito importantes documentos que nos deberían inspirar en relación con los tiempos venideros. Por citar alguno, destacaría la Carta Encíclica Fratelli Tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social. Un documento cargado de esperanza donde encontrar el camino para iniciar la necesaria transformación del mundo ante perspectivas sombrías. Recientemente, en un programa de televisión de alta audiencia, con colaboradores venidos del mundo de la política, escuche un comentario crítico hacia la actitud del papa Francisco en relación con la guerra de Ucrania. Transpiraba el comentario una evidente crítica sobre los que consideraba pasividad del Papa. Me llamó la atención porque la persona que lo hizo estoy intuyo es católica practicante.
Quiero recordar aquí que en la elección de cada Papa interviene el Espíritu Santo que inspira al Sacro Colegio Cardenalicio para que la elección sea acorde con las necesidades de la Iglesia y el mundo. Los cardenales tienen una gracia especial de estado, concedida por el Espíritu Santo, para cumplir bien su misión de electores, pero esa gracia no suprime su libertad de elección. Creo firmemente en ello y me lo confirma el papel que han tenido los diferentes pontífices en los últimos años en los sucesos del mundo. Creo también firmemente que el papa Francisco es el pontífice que necesitamos en estos tiempos de globalización devastadora, de abusos, guerras y atropellos. Parece que no hemos aprendido de los errores del siglo XX, como nos recuerda Eric Hobsbawm e la obra citada.
Ejemplos negativos tenemos. Este siglo ha sido un tiempo de invasiones, no solo la cruenta de Ucrania, ya que no podemos olvidar Irak, Afganistán o Libia. Ni tampoco podemos olvidar a las personas que emigra hacia la nada, muriendo muchas. Tampoco la franja de Gaza o los campamentos olvidados de refugiados saharauis de Argelia. La lista es grande en este siglo XXI. Hay mucho por lo que clamar, y el papa Francisco lo hace; hay mucho por lo que rezar.
Nuestro Arzobispo, Monseñor José ángel Saiz Meneses, ha escrito en la revista Iglesia en Sevilla (nº 295, 15-21 de mayo) un texto que titula Un mandamiento nuevo. En dicho texto recuerda que en la Última Cena, Jesús da a sus discípulos un mandamiento nuevo: “Que os améis los unos a los otro, Como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los otros” (Jn, 13,34).
Pero volvamos a la guerra de Ucrania y el papel del papa Francisco. El Papa ha hecho un claro llamamiento a la paz: “En el nombre de Dios, les pido: ¡Detengan esta masacre! El papa Francisco ha llamado al diálogo, más que a las armas, manifestando: “Se trabaje resueltamente en la negociación”. Hay una petición expresa del Papa hacia el diálogo y la negociación. El papa Francisco nunca ha sido tímido en la denuncia y en la petición de paz. En todas las guerras hay intereses perverso de los traficantes de armas, que Ucrania no sea el lugar donde se prefiere armar a negociar.