El mundo vive un momento muy convulso con violencia y horrores generalizados. No se entiende cómo la especie más consciente, más evolucionada, con mayor posibilidad de actuar a favor del planeta y sus especies, incluida la especie humana, ha podido alcanzar el nivel de horror que vivimos. El papa Francisco ha estado recientemente en Auschwitz, el conocido campo de exterminio nazi, todo un ejemplo vivo de lo que no debería haber pasado y no puede volver a pasar. Y, sin embargo, actualmente hay campos de internamiento y tortura en el mundo. Esperemos que la razón se imponga y ningún Papa tenga que visitarlos en el futuro recordándonos horrores pasados.
El papa Francisco nos ha alertado desde Auschwitz que necesitamos una Europa de personas libres y solidarias, acogedora de personas, y alejarnos de la imagen que damos de una Europa atrincherada en su prosperidad y cerrada al clamor de quienes llaman a sus puertas. El mensaje es muy claro y refleja la esencia del Evangelio, nuestro texto esencial que parece estar olvidado.
El papa Francisco ha lanzado un mensaje muy claro a la juventud: “Cread una humanidad sin odios ni fronteras”. Además, de nuevo nos insiste, en que no existe hoy, aunque algunos lo perciban así, una guerra de religiones, sino una guerra de intereses económicos. Las misas que se han celebrado en Francia, con cristianos y musulmanes unidos, ponen de manifiesto la importancia del mensaje del papa Francisco en el mundo en que nos ha tocado vivir.