De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, la virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. En la teología católica, se llaman virtudes teologales a los hábitos que Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre para ordenar sus acciones a Dios mismo, y son fe, esperanza y caridad. De acuerdo con el Catecismo, la fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad. La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
En la vida diaria empleamos los conceptos con otras acepciones más materiales. Decimos que tenemos fe en algo, una idea, o alguien, la fe en nuestra vida diaria indica confianza en algo. Hablamos de esperanza con, a veces, connotaciones de deseos a los que aspiramos o incluso utopías, cuestiones en definitiva que deseamos. La palabra caridad implica amor, el amor imprescindible de todos con todos y entre todos. Una virtud esencial que Jesús nos dejó como un tesoro para nuestra vida diaria.
Recuerdo hoy la fascinante novela El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, de lectura imprescindible. El título inicial de esta contribución al blog era El amor en tiempos del coronavirus. Pero lo hemos cambiado para reforzar el momento que vivimos con nuestras virtudes esenciales, en ellas el amor es esencial. Sin amor no hay vida, ni esperanza.
En la novela de García Márquez el amor transita a lo largo del espacio de la novela y del tiempo en que esta transcurre. Un amor que se desplaza en espacio (las páginas de la propia novela) y tiempo (el ámbito temporal del relato) de muchas maneras, hay en la novela muchas expresiones de amor. Florentino reitera una promesa de amor a Fermina cincuenta y un años, nueves meses y cuatro días después. Un amor que vence al tiempo, un amor que venció al cólera.
¿Qué ocurre en España en los tiempos del coronavirus? Las virtudes teologales nos dan fuerza en tiempos oscuros y para ello la oración es esencial. En nuestro anterior post recomendábamos rezar, a modo de tratamiento medicinal espiritual y material, un Padrenuestro y un Avemaría tres veces al día. Somos los católicos una población de 1.400.000.000 millones, si todos rezamos, desde la fe, la esperanza y la caridad, la fuerza que podemos generar es muy grande. Si llevamos nuestras virtudes a la calle, a la casa, a la vida diaria en este tiempo del coronavirus si las proyectamos en la oración y la acción el efecto será enorme. España tiene casi 47 millones de personas, según el Centro de Informaciones Sociológicas el 69% de la población se considera católica, es decir, un total de más de 32 millones de fieles, eso significa mucha oración. Pero independientemente de las convicciones de cada uno y de cómo consideramos que debemos ayudar, y de la importancia que demos a la oración, lo que hemos visto es grandioso. No olvidemos a las personas de vida consagrada en la comunidad católica, una oración continua para todos. España es un territorio de héroes en estos tiempos.
¿Cómo se ha manifestado el amor en España? ¿Qué ha ocurrido con el amor en los tiempos de coronavirus? La persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas. Creo que todos hemos podido percibir, mejor aún sentir, un amor generalizado, una empatía extendida, un amor al prójimo palpable. Ejemplos muchos. La balconada de las ocho de cada día, un momento de amor hecho aplauso, fuertes aplausos de agradecimiento. Los vecinos comunicándose entre balcones y terrazas, ayudándose y dándose ánimos con música, canciones, chistes y todo un abanico de cosas que creo solo pueden hacer los españoles y las españolas. España unida, desde sus singularidades y realidades, a las ocho cada día. Un gran ejemplo de amor para el mundo, un amor generoso. Miles de WhatsApp que nos hacen reír, también es amor. La policía local de cada ciudad junto con la policía autonómica en la realidad autonómica de España aplaudiendo con sirenas y luces cada día en los hospitales, es amor. La Guardia Civil, esforzada como siempre y nuestra Unidad Militar de Emergencia, eficaz, muestran un papel esencial en la situación actual. Todo el conjunto sanitario (médicos, médicas, enfermeros, enfermeras, asistentes y administrativos) de España, no hay palabras, solo decir que es una impresionante demostración de amor ante la oscuridad. Ese aplauso con cada alta en un hospital es amor. Cada profesional, artesano, trabajador de España en estos tiempos es una demostración de amor. Cada familia confinada, seguro que su amor se refuerza. Familias hablando y viéndose cada día a través del móvil. Hay también personas solas confinadas, con seguridad nos dan amor pero debemos enviarles también mucho amor. Cuidemos a los mayores, nos han dado y nos dan mucho amor. Cumplamos el confinamiento con amor a todos.
Con tanto amor, también tenemos fe. Fe en los que deciden, en los que nos cuidan, fe en nuestras familias, fe en nosotros mismos. Y esperanza, mucha esperanza. Fe, esperanza y amor unas grandes armas en los tiempos del coronavirus. La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien, España está demostrando al mundo ser una comunidad virtuosa, un colectivo unido ante la dificultad. Hemos de afrontar el futuro igual, una comunidad unida ante la adversidad. El futuro económico no puede ser oscuro lleno de incertidumbres para muchas personas, especialmente las desposeídas, hay que velar por ello. La Unión Europea debe poner de manifiesto que somos una comunidad, un colectivo donde unos velan por otros, donde los que más tienen velan por los que menos poseen. Nuestro Gobierno debe velar por ello de manera intensa, velar por los trabajadores, las pymes y los autónomos. No podemos quebrar más el estado de bienestar. El Papa Francisco ha dicho que los que no pagan los debidos impuestos no solo infractores sino criminales porque tienen la culpa de que no haya mascarillas o respiradores. Fe, esperanza y amor unas grandes armas en los tiempos del coronavirus en una España solidaria y unida.