En el mes de abril de este año ha muerto Hans Küng, tras 93 años de fecunda existencia y abundante escritura como teólogo católico nacido en Suiza. Dicen que Benedicto XVI dijo que ninguna otra persona en la Iglesia había tenido a su alcance más medios para ser escuchada. Y el mensaje de Hans Küng incluía la llamada a establecer una imprescindible ética mundial. Desde 1995 hasta 2013 fue presidente de la Fundación por una Ética Mundial. Mi contacto con su obra se inicia en el año 1983 de la mano del padre de mi esposa, Juan Luque Estévez, que estudió Teología, y con el que pude tener muchas conversaciones acerca de la obra de Hans Küng. En aquellos tiempos de finales del siglo XX, pude leer Ser cristiano, obra de Küng publicada en 1975. Luego fueron muchos otros libros suyos los que leí a lo largo de estos años, como, por ejemplo, ¿Vida eterna? (1982), Credo (1995), El principio de todas las cosas. Ciencia y Religión (2007), Lo que yo creo (2011). Pero hay otros libros de Hans Küng que, debido a mi profesión y mis inquietudes personales como científico católico, me han hecho pensar mucho: Proyecto de una ética mundial (1990), Una ética mundial para la economía y la política (1999) y Una economía decente en la era de la globalización (2019). Sinceramente creo que, junto con los escritos de Benedicto XVI y, especialmente, los del Papa Francisco, nadie en los últimos años ha analizado con mayor tino el desajuste mundial de la economía y la política.
Hans Kung y la ética mundial ¿Por qué una ética mundial? Es una pregunta imprescindible hoy, sobre la que habría que establecer caminos de respuesta en el sentido de retomar la necesaria ética mundial que, bajo nuestra perspectiva católica, debe estar basada en el buen Evangelio de Jesús, como dice el Papa Francisco. Pero también es el título de un libro de Hans Küng, publicado en 2002, basado en conversaciones con Jürgen Hoeren sobre religión y ética en tiempos de globalización. Un libro sin desperdicio. El 9 de noviembre de 2001, Hans Küng expone un comunicado ante la Asamblea Plenaria de las Naciones Unidas, donde hace la pregunta: ¿Va el siglo XXI a ser realmente mejor que el siglo XX lleno de guerras y violencia? Proponiendo la visión de un nuevo paradigma de relaciones internacionales que también requiere nuevos actores en la escena global. El diálogo interreligioso y la colaboración entre religiones, dice Küng, forman parte de este nuevo y necesario paradigma. Nuestros últimos papas, san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, han abundado en la idea. En el libro citado, hay ideas importantes para meditar, y a ello invito desde este blog. Las religiones del mundo en sus afirmaciones éticas fundamentales apoyan y profundizan los valores éticos seculares que contiene la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Para Hans Küng, el denominado Principio de Humanidad es la base para la ética mundial: «Todo ser humano debe ser tratado humanamente». Vivimos una era de la globalización que ha traído todavía más desajustes, hemos sufrido (y sufrimos) una sindemia que ha agravado la fractura humana de la inequidad. El mundo tras la sindemia es peor, especialmente para los que menos tienen. Los denominados fondos de recuperación y resiliencia serán adecuadamente distribuidos en Europa. Me preocupa España, ¿llegará el dinero europeo, que es de todos, a las personas que lo necesitan más? O, por el contrario, se hará la brecha económica y social más grave. Ideas como las del Papa Francisco son necesarias y la Iglesia no puede permanecer al margen de la construcción de un mundo más justo. La idea de Hans Küng sobre la necesidad de una ética mundial para el siglo XXI debe ser tenida en cuenta.