La parábola del sembrador constituye una parte esencial del mensaje evangélico con importantes lecturas (Mateo, 13, 1-9, 18-23). Hay un evidente sentido ecológico. Las semillas del sembrador caen en diferentes sitios donde no pueden germinar, pero otra cayó en la tierra buena y daba fruto (Mateo, 13, 8). Seguimos comentado las palabras de D. Juan José Asenjo, Arzobispo de Sevilla, emanadas de su conferencia “La implicación de las comunidades cristianas en la pastoral de las vocaciones», en el marco del Seminario de Estudios Laicales «Miguel de Mañara», organizado por la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar, dirigida por D. Enrique Belloso, bajo el título «La Iglesia ante un cambio de época», nos pide D. Juan José que “seamos generosos en semilla para sembrar”. Es pura ecología, si hay más semillas más caerán en tierra fértil. También nos dice, “todos debemos sembrar”. El mensaje es claro, más sembradores más frutos.
También nos llama aplicar lo que denomina la sabiduría del sembrador “sembrar en el tiempo propicio, en buen tempero”. De nuevo pura ecología, el concepto de “tempero” de la tierra. El gran objetivo del tempero, el momento propicio para sembrar, es suministrar a las plantas el lugar ecológicamente apropiado para su germinación y posterior crecimiento. Dios hace una llamada personal a cada uno, nos dice D. Juan José, a todos como sembradores, la siembra que da lugar a vocaciones, siendo importante el acompañamiento personalizado en el camino de cada uno.
Los padres, recuerda el Arzobispo de Sevilla, deben ser los primeros catequistas de sus hijos con su palabra y su testimonio. La familia es la iglesia domótica; la vida en familia es un antídoto contra muchas cosas. También remarca D, Juan José en su discurso que hay una fe en modo cofrade muy importante en Sevilla. Hacen falta semilla, sembradores y buen tempero.