Cada año, el 2 de octubre, se celebra la fiesta de los Ángeles Custodios. De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, la existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. En el siglo II, Orígenes, Padre de la Iglesia antigua, señalaba que los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios un ángel para que nos guíe y proteja. El Papa Juan XXIII decía que nuestra fe nos enseña que ninguno de nosotros está solo, porque un ángel es llamado para permanecer a su lado durante toda su vida. Desde su comienzo a la muerte, la vida humana está rodeada de la custodia de los ángeles y de su intercesión.
Para los católicos la devoción al Ángel Custodio o Ángel de la Guarda forma parte de la vida cotidiana. Supongo que todos de pequeño aprendimos la tierna oración con la cual nos confiábamos a nuestro Ángel de la Guarda: “Ángel de la Guarda, dulce compañía, no me dejes solo ni de noche ni de día, no me dejes solo que me perdería”. Muchos niños recitábamos esto cada noche; algunos lo seguimos haciendo y lo transmitimos a nuestros hijos cuando fueron pequeños, rezando juntos la oración cada noche. San Josemaría Escrivá de Balaguer, en su obra Es Cristo que pasa, manifiesta que “la tradición cristiana describe a los Ángeles Custodios como a unos grandes amigos, puestos por Dios al lado de cada hombre, para que le acompañen en sus caminos. Y por eso nos invita a tratarlos, a acudir a ellos”. No debemos olvidar su presencia y pedir ayuda e inspiración a esta santa compañía que Dios nos ha enviado. No olvidemos a nuestro Ángel de la Guarda, nuestro Ángel Custodio.
Pero tenemos, gracias a Dios otras presencias, esta vez corporales, que también podemos considerar una forma de ángeles de la custodia. Me refiero a nuestra familia y nuestros amigos. También son un regalo con los que compartimos nuestra vida. Para el Papa Francisco “la familia es el lugar de la ternura, un tesoro precioso que hay que proteger y sostener”. En la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia nos envía el Papa un mensaje de obligada lectura en la sociedad actual donde la familia es centro de atención en muchos sentidos pero siempre considerada piedra angular de la sociedad. La familia vela por cada uno de nosotros como otros Ángeles de la Guarda. Nuestros amigos constituyen otro tesoro en el transcurrir por la vida, son también ángeles custodios, diferentes de los santos seres inmateriales que nos acompañan, que velan por nosotros. Recemos por nuestra familia y nuestros amigos, y demos gracias por tenerlos. La matriz ambiental de nuestra ecología de la vida cotidiana se nutre y resplandece con estas presencias. Pero no olvidemos la divina existencia real, de nuestro Ángel de la Guarda.
Todos debemos ser Ángeles Custodios de la Creación. No dejemos de dar gracias a Dios cada día por nuestro Ángel de la Guarda, nuestra familia y nuestros amigos. No olvidemos nuestro compromiso personal por ayudar a proteger la Creación, la Naturaleza, que nos acoge en un mundo compartido con otros seres humanos y un planeta también compartido con todos los seres vivos del conjunto de la Biosfera, en un camino común de existencia compartida.