Es la tercera semana consecutiva que dedicamos un comentario al mensaje del Papa Francisco en relación con la Fraternidad Humana y la Convivencia Común. El mensaje, un auténtico regalo de amor y comprensión, nos muestra un camino para alcanzar la paz universal y el bien común compartido. Toda una esperanza. Sin embargo ha sido discutido por algunos sectores de la Iglesia, a los que no ha gustado. En el Encuentro de Pensamiento Cristiano celebrado el pasado 4 de febrero, nuestro Arzobispo Monseñor Asenjo Pelegrina, ante un debate suscitado en dicho encuentro, manifestó que el mensaje no es dogma de fe pero si doctrina de la Iglesia. La Doctrina Social de la Iglesia es uno de nuestros tesoros y una fuente de inspiración para nuestro comportamiento y acción en la vida pública.
El origen del documento que comentamos está en el viaje apostólico a los Emiratos árabes del Papa Francisco en febrero de 2019. En la Homilía de la Santa Misa que celebró el Papa el 5 de febrero, en el marco de dicho viaje en Abu Davi, recordó que “Bienaventurados es la palabra con la que Jesús comienza su predicación en el Evangelio de Mateo”. El Papa nos dice, como un mensaje para nuestra vida, que si estamos con Jesús y amamos su palabra y buscamos vivirla cada día, seremos bienaventurados. El Papa Francisco nos llama la atención en esta Homilía sobre los motivos de las diferentes bienaventuranzas: “En ellas vemos una transformación total en el modo de pensar habitual, que considera bienaventurados a los ricos, los poderosos, los que tienen éxito y son aclamados por las multitudes. Para Jesús, en cambio, son bienaventurados los pobres, los mansos, los que se mantienen justos aún corriendo el riesgo de ser ridiculizados, los perseguidos”.
El Papa Francisco se hace la pregunta siguiente: “¿Quién tiene razón, Jesús o el mundo?”. No cabe ninguna duda, nuestro camino es la enseñanza de Jesús, su Evangelio, la base de nuestra Fe. Pensemos en Jesús y su encuentro con la samaritana, todo un ejemplo de vida en este mundo de desencuentros y enfrentamiento con lo que es distinto, con los diferentes, en definitiva con el otro en sus más diferentes formas. La llamada a fraternidad universal que hace el Papa Francisco rompe con toda una forma de vida que está llevando al mundo a un escenario con guerras diluidas, penalidades, diferencias injustas, descartes a todos los niveles y sufrimientos sin límite.
Nos dice el Papa, en la Homilía citada, que “entre el Evangelio escrito y el que se vive existe la misma diferencia que entre la música escrita y la interpretada”. Nos recuerda también una cuestión esencial: la manifestación del Evangelio en nuestra vida diaria, cuando nos dice: “Para vivir la Bienaventuranzas no hacen falta gestos espectaculares”. En la vida de cada día tenemos numerosas ocasiones para manifestar la alegría del Evangelio, su mensaje, llevemos la luz de Jesús a la actividad de cada día. Tenemos un mensaje que compartir, poseemos una ortodoxia con la que debemos generar una ortopraxis en la vida de cada día. Si esto se hiciera a todos los niveles, cada día en todo momento, contemplaríamos la vida de cada uno con la mirada del otro y nos comprenderíamos.
Nos dice el Papa que: “Es la santidad de la vida cotidiana que no tiene necesidad de milagros ni de signos extraordinarios”. Este es el camino de la fraternidad universal a la que nos llama el Papa. No solo en la vida corriente, y esto es relevante en el mensaje del Papa Francisco, en el documento que comentamos, cuando nos manifiesta que la relación entre Occidente y Oriente es una necesidad mutua indiscutible. También es importa destacar tres mensajes esenciales del documento sobre fraternidad universal: la necesidad de reconocer el derecho de las mujeres al trabajo en igualdad de condiciones, la igualdad de derechos de los ciudadanos y la protección de los derechos fundamentales de los niños, de los ancianos, de los débiles, los discapacitados y los oprimidos. En definitiva creo que todos tenemos que leer el mensaje del Papa Francisco sobre la Fraternidad Humana la Convivencia Común y llevarlo a la práctica en nuestro ámbito, pero también pensar que es indispensable su aplicación a nivel universal propiciando el acercamiento entre religiones, entre mundos diferentes, para encontrar el camino común donde se manifieste, bajo la mirada del otro hecha nuestra, el bien común, el amor y la paz. Toda una esperanza basada en Buen Evangelio de Jesús, nuestra Verdad que debemos compartir.