Pentecostés para los cristianos es la conmemoración del descenso del Espíritu Santo sobre los Apóstoles de Jesucristo, en el Cenáculo con la presencia de la Virgen María, y marca el nacimiento de la Iglesia y la propagación de la fe de Cristo. Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo (Jn, 20, 1923).
Nos decía D. Juan José Asenjo, nuestro Arzobispo, en su carta «Con la Virgen de Fátima, a la espera del Espíritu» (Iglesia en Sevilla, 113, 4-10 de junio) : En Pentecostés el Espíritu se manifiesta como la fuerza que pone en pie a la Iglesia en medio de las plazas y levanta testigos en el pueblo. Con ello, nos manifiesta D. Juan José en su carta, que la Delegación Diocesana de Apostolado seglar y la Acción Católica son dos realidades fuertemente enlazadas con Pentecostés.
En las Orientaciones pastorales diocesanas, nos recuerda D. Juan José en la carta citada, que en relación con palabras del Papa Francisco, se recoge que todos estamos llamados a ser, al mismo tiempo, discípulos y misioneros.
Discípulos y misioneros. Discípulos de un Jesús que transmitió un mensaje de amor global imprescindible para el mundo, y tan necesario hoy en que la sinrazón campea sin control, aquí y allí. Misioneros, responsables de divulgar el evangelio y su alegría, como nos dice el Papa Francisco. Hay mucho que hacer también aquí, en la ciudad.
Hace falta convertir el mundo en su conjunto en un Cenáculo global, en forma de una apertura de los corazones al amor y al mensaje de Jesús, y rezar porque la riqueza del Espíritu nos llene a todos cada día, con la ayuda de la Virgen María, con amor y oración personal o compartida, en el centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima.