En la Eucaristía del pasado domingo se recogía la parábola del Buen Samaritano, según el Evangelio de san Lucas. Don Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla, ha escrito una Carta Pastoral, denominada Samaritanos de nuestros hermanos que, como todo documento que nos escribe nuestro Arzobispo debe ser leído, meditado y puesto en práctica por todos los católicos en los diferentes ámbitos donde nos desenvolvemos, familia, trabajo, calle.
En el Evangelio de san Lucas, nos manifiesta el Arzobispo de Sevilla, se nos dice que un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cae en manos de unos bandidos, que lo desnudan, lo muelen a palos, le roban y lo abandonan a su suerte. Pasan por allí un sacerdote y un levita, lo ven y dan un rodeo para no comprometerse con el que sufre. Llega el samaritano, lo ve, se apea de su cabalgadura, se acerca, se compadece, lo cura con vino y aceite, lo venda, lo monta en su cabalgadura y lo lleva a la posada abonando los gastos que comporte su curación.
Todos vemos o escuchamos las noticias cada día, y también leemos la prensa o nos informamos por Internet. ¿Cuántas veces al día vemos que en la realidad del mundo de hoy, incluida nuestra sociedad, podemos identificar las figuras que aparecen en el Evangelio? Existen sacerdotes y levitas, bajo diferentes apariencias y forma, individuales o colectivas, y también del buen samaritano. Pero la realidad es que parece que abundan más los sacerdotes y levitas del Evangelio. ¿Qué somos nosotros en nuestra vida con nuestro prójimo?
Nos manifiesta el Arzobispo de Sevilla, en su Carta Pastoral, que alguien ha escrito que toda la civilización cristiana ha nacido de esta parábola, es decir la parábola del Buen Samaritano. Don Juan José Asenjo nos llama a que a imitación de su Señor, los hijos de la Iglesia debemos ser también samaritanos de nuestros hermanos, algo que responde al ser más íntimo de la Iglesia.
Nos recuerda el Arzobispo de Sevilla que en el proemio de la constitución pastoral Gaudium et Spes del Vaticano II se declara que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”
¿Qué nos enseña la parábola del Buen Samaritano? Escribe D. Juan José Asenjo que nos enseña a priorizar el servicio a los más pobres de nuestros hermanos, a aquellos de los que nadie se preocupa o acompaña. Un gran mensaje, una necesaria llamada para vivir con alegría el buen evangelio cada día, en cada lugar.
Finaliza su Carta Pastoral, el Arzobispo de Sevilla con un mensaje esencial, cargado de amor y trascendencia, que dice: mientras el escriba y el sacerdote de la parábola dan un rodeo para no ver al hombre malherido, en contraposición, Jesús iba por la vida viendo, percatándose y haciéndose cargo de los dolores, de las angustias y de los sufrimientos de los pobres, de los endemoniados y de los enfermos, los predilectos del Señor. Dios quiera que también nosotros seamos hombres y mujeres con ojos grandes para apiadarnos eficazmente de los dolores y sufrimientos de nuestros hermanos.
Guardemos el mensaje del Arzobispo de Sevilla en el corazón y actuemos en consecuencia en todos los ámbitos de nuestra vida.