Continuamos analizando el capítulo quinto de la Carta Encíclica Fratelli Tutti, que lleva por título “La mejor política”. En esta parte del mismo se habla esencialmente de la política, y del poder internacional y su papel en el mundo desde la perspectiva de la caridad, es decir, del amor. El amor, esencia de nuestro Evangelio, es el camino hacia la fraternidad universal que propone el Papa Francisco en Fratelli Tutti. En esta parte final del capítulo hay varios apartados que vamos a analizar.
El primero lleva por título “El poder internacional”. En el mismo, hay un planteamiento que merece la pena comentar en relación con el papel de poderes internacionales establecidos o por establecer. Nos recuerda el Papa Francisco los efectos de la grave crisis iniciada en 2007. La situación generada fue muy grave y aún vivimos sus consecuencias, muy agravadas en la crisis sanitaria, económica y social de la sindemia del SARS-CoV-2 que ha generado la enfermedad denominada COVID-19. Volvamos a lo que nos recuerda el Papa en relación con la crisis anterior, nos dice que aquella fue una buena ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y la riqueza ficticia. De nuevo, como en otras ocasiones en los documentos del Papa, la frase es valiente. Y nos dice también que, en relación con la anterior crisis, no hubo reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo el mundo. Y va más allá el Papa, manifestando que las verdaderas estrategias que se desarrollaron posteriormente -en relación con la crisis de 2007- en el mundo se orientaron a más individualismo, más desintegración, más libertad para los poderosos.
El Papa Francisco analiza lo que ha pasado en el siglo XXI, explicando que ha sido escenario de un debilitamiento de los Estados nacionales porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política. En relación con este pensamiento, plantea la necesidad de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas. Actualmente, hay una llamada de ciertos sectores a establecer un nuevo orden mundial de control por encima de los gobiernos nacionales. Esto encierra graves peligros. Pero el Papa es consciente de ello y no piensa en una autoridad personal, sino que piensa en generar organizaciones mundiales más eficaces, dotadas de autoridad para asegurar el bien común, la erradicación del hambre y la miseria, y la defensa de los derechos humanos elementales. Tras la Segunda Guerra Mundial se creó la Organización de Naciones Unidas. Ya tenemos el órgano que pide el Papa, solo hay que darle eficacia en la dirección de una globalización de la solidaridad, pensar en los más desasistidos, los más débiles. Este hecho exige una acción solidaria y real de la ONU en la dirección de la nueva globalización pedida, imprescindible para una transformación de la realidad. El Papa es consciente de la incertidumbre que genera, por ello, son precisos límites jurídicos precisos que eviten que se trate de una autoridad cooptada por unos pocos países y que impidan el menoscabo de las libertadas básicas, de las naciones más débiles. Las Naciones Unidas muestran en su Carta Constitucional, la idea de que su labor puede ser vista como el desarrollo y la promoción de la soberanía del derecho sabiendo que la justicia es requisito indispensable para obtener el ideal de la fraternidad universal. De nuevo el concepto palanca de la Carta Encíclica, la Fraternidad Universal. El amor que inspira el Evangelio, es la gran aportación de los cristianos a este concepto.
El Papa apuesta por los acuerdos multilaterales entre Estados porque garantizan mejor que los acuerdos bilaterales el cuidado de un bien común realmente universal y la protección de los Estados más débiles. Nos recuerda el Pontífice la función del principio de subsidiariedad, manifestando que agrupaciones y organizaciones de la sociedad civil ayudan a paliar las debilidades de la Comunidad internacional. Reforzar el papel de las Naciones Unidas, sin que ello secuestre a las Naciones y los individuos, es relevante. La cuestión es cómo hacerlo sin debilitar libertades de los estados democráticos. Tenemos un buen ejemplo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de 2015. El plazo para que surtan efecto en el mundo es 2030, ¿será posible? El control de Naciones Unidas sobre el desarrollo de los mismos en los países que integran el órgano es nula, solo nos basamos en la buena voluntad de los países integrantes del órgano. Tenemos mucho que andar y la Carta Encíclica que analizamos puede dar luz al respecto. Pero hay que leerla y meditarla. Teoría y praxis caminan juntas en la transformación de la realidad injusta del mundo.
El siguiente epígrafe de este final del capítulo lleva por título “Una caridad social y política”. El Papa lamenta que, para muchos, la política hoy es una mala palabra. Entiendo y comparto su queja, necesitamos de la política, el ser humano es un ser político para poner normas que organicen y ordenen de forma adecuada y justa nuestras vidas. Pero necesitamos buenos políticos, formados, competentes, honestos, que velen por el bien común colectivo sobre intereses personales y partidistas. Es la hora de gente formada para redirigir el mundo hacia la fraternidad universal. Necesitamos a los mejores. Para muchas personas, dice el Papa, detrás de la política están los errores, la corrupción, la ineficacia de algunos políticos. Este hecho, real desgraciadamente en algunos casos, no debe descalificar el concepto, y mucho menos la democracia. Hay actualmente desapego de la política, inducido por el desapego de la ciudadanía hacia los políticos por razones variadas. Esto no es bueno. Pero hay que luchar, como también dice el Papa, por la buena política, la necesitamos. Para el Santo Padre, la política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Una cosa es la tecnocracia, en su perverso sentido, y otra el conocimiento debido de los que toman decisiones que implican nuestro bienestar. Necesitamos políticos con conocimientos apoyados por expertos reales en todas las materias para construir el bien común y la fraternidad universal. De acuerdo con el Papa Francisco, necesitamos una política que piense con visión amplia y que lleve adelante un replanteo integral, incorporando en un diálogo interdisciplinario los diversos aspectos de la crisis actual. Actualmente se plantea la visión transdisciplinar, como camino para mirar juntos un horizonte común.
Para el Papa, el poder del Estado no puede ser asumido por la economía. Esta idea aparece en otra esencial Carta Encíclica para los tiempos que vivimos, Evangelii Gaudium La alegría del Evangelio. Sobre la buena política manifiesta el Papa que ante tantas formas mezquinas e inmediatistas de política, la grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo, tanto en los proyectos de nación como en un proyecto común para la humanidad presente y futura. La sociedad mundial necesita un replanteo de fondo y sólo una sana política podría liderarlo convocando a los más diversos sectores y a los saberes más variados. Esto vale a nivel local y global. Consideramos que la idea de Noosfera de Pierre Teilhard de Chardin sigue teniendo vigencia, la esfera del conocimiento y la visión trascendente.
A continuación, el Papa habla del amor político. El amor político conduce a reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar la amistad social que integre a todos. Pide el Papa un ejercicio supremo de la caridad, que genere procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, en el campo de la más amplia caridad, la caridad política. En definitiva, el amor. Hay que recordar que todos los compromisos de la Doctrina Social de la Iglesia provienen de la caridad –del amor- que según la enseñanza de Jesús es la síntesis de toda la Ley. El amor lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. Para el Papa, cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona. Persona y pueblo, identidad compartida. La caridad, para el Papa, puede construir un mundo nuevo ya que es la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos.
Nos habla el Papa Francisco de la actividad del amor político. La caridad está en el corazón de toda vida social sana y abierta. Esta caridad, corazón del espíritu de la política, es siempre un amor preferencial por los últimos, solo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad. El Papa sigue preocupado por el descarte de las personas y nos pide cuidar la fragilidad, nos pide fuerza y ternura, lucha y fecundidad, en medio de un modelo funcionalista que conduce a la cultura del descarte, a la exclusión social. La globalización desarrollada en el planeta no conduce a la fraternidad universal. Estamos lejos de una globalización de los derechos humanos más básicos, nuestra sociedad tiene mínimos impostergables. Las personas mueren de sed, de hambre y enfermedad, en guerras injustas. El Papa Francisco se pregunta: ¿Qué es la ternura? Y responde, es el amor que se hace cercano y concreto, es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. Deseo recordar aquí e invitar a todos a leer el libro Elogio de la ternura de Jaime Rodríguez Sacristán, nuestro querido conciudadano. En estos tiempos, creo que no hemos perdido la ternura a nivel ciudadano y familiar, la hemos expresado de forma distinta. Pero lo que pedimos en una ternura social generalizada es un espíritu de ternura en las decisiones políticas, esencial para la buena política que pide el Papa.
La buena política para el Papa une al amor la esperanza, la confianza en las reservas de bien que hay en el corazón del pueblo. El Papa Francisco plantea preguntas esenciales que deberían plantearse los políticos y, con ello, percibir si hicieron una buena política, una política basada en el amor: ¿Cuánto amor puse en mi trabajo, en qué hice avanzar al pueblo, qué marca dejé en la vida de la sociedad, qué lazos reales construí, qué fuerzas positivas desaté, cuánta paz social sembré, qué provoqué en el lugar que se me encomendó? Considero que es un necesario examen de conciencia que debería hacer cada político, conjugado en pasado tiene validez, pero mejor sería conjugarlo en presente y poder entender en qué mejorar para construir una realidad mejor. Quizás es un examen de conciencia que podemos hacer todos, especialmente aquellos que tienen responsabilidades colectivas al margen de la política, profesores, empresarios, financieros, también vecinos en nuestro vecindario, personas en la familia, en los centros de trabajo. Quizás son preguntas que de alguna forma podemos hacernos.