Nos manifiesta el papa Francisco que San Francisco de Asís, que le inspiró el documento Laudato Si’, una valiente aportación a la realidad del planeta con soluciones concretas, le ha vuelto a inspirar la Carta Encíclica que comentamos dedicada a la fraternidad y a la amistad social, cuestiones que como el propio Papa indica han estado siempre entre sus preocupaciones. La Encíclica consta de ocho capítulos a los que iremos dedicando un tiempo en este blog con el fin de ayudar a su divulgación e interiorización, que nos conduzcan a la acción ante un mundo manifiestamente desvalido.
El capítulo primero lleva por título “Las sombras de un mundo cerrado”. En él el Papa Francisco se plantea mostrarnos las tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal. El mundo se ha convertido en algo cerrado para muchas cuestiones, tanto para relaciones como para afectos, y esto genera sombras. Es un denso capítulo con un análisis muy certero de porqué hemos llegado a la situación actual del mundo.
El capítulo se organiza en diferentes epígrafes con títulos que son todo una declaración.
La primera idea expresada en el capítulo inicial de la Encíclica es “Sueños que se rompen en pedazos”. Manifiesta el Papa que parecía que el mundo avanzaba, tras numerosos fracasos, hacia formas de integración. Así emergieron numerosos sueños que parecían dar luz a oscuras sombras del pasado. De esta forma se avanzó, como ejemplos el sueño de una Europa unida y el de una integración latinoamericana. Pero nos dice el Papa que la historia de muestras de estar volviendo atrás y se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados. Para el Papa abrirse al mundo es una expresión que hoy ha sido cooptada por la economía y las finanzas, para invertir sin trabas ni complicaciones en todos los países. De forma que los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural único, dividiendo personas y naciones. Y nos recuerda el Papa un problema: la soledad del mundo. Así nos dice que estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia.
El debilitamiento de las relaciones también conduce a un resquebrajamiento de la buena política, la política del bien común, así la política se vuelve cada vez más frágil frente a los poderes económicos transnacionales que aplican el divide y vencerás, y la democracia se debilita y el miedo y la incertidumbre se instauran. Desgraciadamente aparecen la sociedad líquida, con su miedo, de Zygmunt Bauman y el miedo a la libertad identificado por Erich Fromm, y se alienta también una pérdida del sentido de la historia que disgrega todavía más. Para el Papa se alcanza la situación de carecer de un proyecto para todos. La mejor manera de dominar y avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, negando el derecho a otros a existir y opinar, y la sociedad se empobrece.
Para el Papa Francisco cuidar el mundo que nos rodea y contiene es cuidarnos a nosotros mismos. De nuevo la idea de la casa común donde vive fraternalmente la especie humana en unión con el resto de la criaturas, cual Paraíso Terrenal. Podemos recuperar aún el paraíso perdido. Para el Papa Francisco falta un proyecto para todos. Y nos habla el Papa del descarte del mundo. Hay una humanidad descartada, una humanidad que aguarda, como aquella juventud de Francisco Candel en la España de los sesenta, y no puede esperar más. Partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites. Hay numerosos descartes. Es escandaloso lo que ha sucedido con las personas mayores debido a la COVID-19. El Papa lo denuncia, porque no tenían que morir así. En relación con esto nos dice el Papa aislar a los ancianos y abandonarlos a cargo de otros sin un adecuado y cercano acompañamiento de la familia, mutila y empobrece a la misma familia. Para el Papa, el racismo es una forma miserable de descarte. Tenemos demasiadas fobias que generan descartes: homofobia, xenofobia, aporofobia y una larga lista que crece cada día en este mundo tan alejado del afecto, la fraternidad y el bien común. Crecemos pero no tenemos un desarrollo humano integral, como pide el Papa Francisco.
También tiene el Papa palabras para lo que llama derechos humanos no suficientemente universales. Me temo que los derechos no son iguales para todos, hay infinitos ejemplos en una sociedad bastante despiadada, y el Papa nos insiste en que los derechos humanos no son iguales para todos, en el mundo de hoy persisten numerosas forma de injusticia, ¿dónde está la igual en dignidad de todos los seres humanos? El Papa Francisco se lo cuestiona. Cómo también analiza el mundo conduciéndonos si pensamos en el bien común cuestiones como ¿Dónde está realmente la igualdad de derechos entre hombres y mujeres? ¿Por qué hay numerosas formas de esclavitud en el mundo? El Papa está muy preocupado por ambas cuestiones, tan alejadas del Evangelio, nuestra carta magna de trascendencia y norma de vida. La organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Para el Papa la raíz de la esclavitud está en el sector de la humanidad que considera al ser humano como objeto, la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño, o la constricción física o psicológica, tratada común un medio y no como un fin. Para acabar con esta situación hace falta una acción global, pero los acuerdos internacionales son difíciles de ejecutar a nivel local.
Muchas de las cuestiones que plantea el Papa Francisco coinciden con los Objetivos de de Desarrollo Sostenible de la Organización de Naciones Unidas. Sin embargos estos acuerdos internacionales no tienen obligatoriedad ninguna, todo queda a la buena voluntad de los países. La implicación del Papa Francisco es esencial y lo hace. Recordemos las Encíclicas Laudato Si´ y Evangelii Gaudium, y ahora Fratelli Tutti. Los católicos con poder (político, económico y financiero) tienen mucho que leer y pensar en estos documentos para llevar a la práctica, pero el resto de los católicos también. ¿Cómo podemos llevar a nuestras vidas estos documentos del Papa Francisco?