Comentaremos, en esta aportación en forma de ensayo corto, el capítulo tercero de la Encíclica, que lleva por subtítulo “Sobre la fraternidad y la amistad social”, son muy bellas palabras que si nos impregnasen construiríamos un mundo muy distinto. Dice el Papa que el ser humano ni siquiera llega a conocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros. Suenan estas palabras a campanas de esperanza en un mundo donde hay tanto desprecio al otro, muros e indiferencia, ignorancia y, me temo, una gran violencia. Creamos mucha distancia con el otro. La vida subsiste donde hay vínculo, comunión fraternidad, ya que el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el otro. La distancia que creamos es por falta de amor. Habla el Papa Francisco de los grupos cerrados, con intimismo egoístas, esos grupos que se constituyen en un nosotros contra el mundo. Para el Papa la altura espiritual de una vida está marcada por el amor. ¿Por qué muchas veces le ponemos límites? ¿Por qué limitamos nuestra capacidad de amar?
El amor nos conduce al bien común y a la fraternidad universal, dos valores esenciales que el ser humano debería practicar como un tesoro, una gracia conocida y conocible en el marco de la Noosfera. Hemos olvidado a pensadores como Pierre Teilhard de Chardin y Roger Garaudy, y a novelistas como Maxence Van der Meersch y José Luís Martín Vigil. Me temo que nuestra juventud nunca los ha leído y pienso que no los leerá nunca. Pero el Papa Francisco nos ha traído un aire nuevo en materia social y ecológica, precedido por mensajes importantes al respecto de Benedicto XVI que no debemos olvidar. Creo que todos debemos leer más, y pensar, ser críticos no adocenados, para que nuestros análisis de la realidad sean ajustados a la verdad y no dirigidos por intereses concretos alejados del bien común.
El Papa Francisco nos abre la mente con documentos como el que analizamos, y nos pide en él la construcción de sociedades abiertas que integran a todos, en un mundo de periferias, que incluyen al ámbito internacional pero también al ámbito urbano, especialmente a nuestras ciudades de descarte de acuerdo con el Papa y también a nuestra propia familia; existen periferias familiares. La apertura al amor es existencial. Nos habla el Papa de los exiliados ocultos de nuestra sociedad, y nos remueve la conciencia con lo que no queremos ver y si vemos no nos importa. Discapacitados y ancianos, el Papa nos los recuerda. ¿De verdad tienen los mismos derechos en nuestra sociedad? Pensemos en la ignominia de los centros de mayores y la COVID-19, done han muerto tantas personas mayores y, lo que es peor siguen muriendo. ¿De verdad no sabíamos que estaban mal muchos de ellos? Son los exiliados ocultos de nuestra sociedad y el Papa clama por ellos. Es terrible pensar en los ancianos que se siente cargas tras dar su vida por muchos. Se plantea el Papa Francisco si de verdad todos los seres humanos son iguales ante la vida y nos dice que la igualdad es el resultado del cultivo consciente y pedagógico de la fraternidad; el individualismo no nos hace más libres. Para el Papa hace falta un amor universal que promueve a las personas. El derecho individual y la igualdad de oportunidades no pueden ser eliminados, como no puede ser eliminada la discrepancia en una sociedad libre, todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente y esto no puede ser negado por nadie. El Estado debe velar por ello, por encima de criterios de libertad de mercado y eficiencia, que favorecen al que ya tiene.
Nos invita el Papa a promover el bien moral y querer el bien del otro. Invita el Papa, a todos los niveles a que volvamos a promover el bien, para nosotros mismos y para toda la humanidad, y así caminaremos juntos hacia un crecimiento genuino e integral. La idea del Papa es el desarrollo humano integral alejado del crecimiento capitalista sin límites ni piedad para los pobres y los descartados, siempre presentes en el corazón del Papa Francisco. No difundamos con nuestro modelo social el egoísmo, la violencia, la corrupción en sus diversas formas, la indiferencia, dice el Papa, que clama porque no tengamos una vida cerrada a toda trascendencia y clausurada en intereses individuales. Nos recuerda el Papa el valor de la solidaridad, que debe estar presente de la familia al Estado. Una solidaridad por la que nos hacemos cargo de los demás. La solidaridad nos lleva a pensar y actuar en términos de comunidad, evitando y luchando porque no ocurra la apropiación de bienes por parte de algunos, la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo y de vivienda, la negación de derechos laborales y sociales.
Nos hablaba el Papa de cuidar la casa común en Laudato Si´ y es una invitación también al cuidado mutuo entre las personas. El Papa Francisco nos habla en Fratelli Tutti de los derechos de los pueblos y de los derechos sin fronteras. Un nuevo orden mundial es necesario, una globalización de la solidaridad. Ahora todo el mundo habla de vacunas, ¿cómo van a llegar a -80ºC a los países pobres de África o a los barrios periféricos de las ciudades rodeadas de miseria? Hay una convicción moral de muchos sobre el destino común de los bienes de la Tierra y el Papa nos lo recuerda. Una nueva red de relaciones internacionales es imprescindible para construir un mundo mejor, ese mundo que pide el Papa Francisco de fraternidad y amistad social.