El capítulo sexto de la Carta Encíclica Fratelli Tutti lleva por título “Diálogo y amistad social”. Plantea el Papa Francisco el concepto de dialogar, y nos dice que este verbo se resume en las palabras acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, en definitiva, buscar puntos de contacto. La función del diálogo es ayudar discretamente al mundo a vivir mejor. Para el Papa, el diálogo social facilita una nueva cultura. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva. Manifiesta al Papa el problema que supone la confusión del diálogo con un febril intercambio de opiniones en redes sociales. El diálogo es camino de encuentro y de entendimiento, el diálogo abierto y respetuoso facilita encontrar una síntesis superadora entre desencuentros u opiniones diferentes. El Papa nos pide sostener con respeto las palabras cargadas de verdad.
Construir en común es una meta deseable para la sociedad-mundo actual, de acuerdo con el Papa. Y pensemos en el diálogo social, el auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos. En tiempos de crisis, este diálogo social es más necesario que nunca. La discusión pública, dice el Papa Francisco, si verdaderamente da especio a todos y no manipula ni esconde información, es un permanente estímulo que permite alcanzar más adecuadamente la verdad, o al menos expresarla mejor.
El Papa nos habla, como en otras ocasiones, de la ciencia y de los científicos. La ciencia genera conocimiento, algo imprescindible para avanzar hacia un escenario deseable de bien común en equilibrio con el planeta y el mundo. Además de desarrollos científicos es necesaria la comunicación entre disciplinas. Hace falta una comprensión de la realidad desde un punto de vista sistémico, holístico y social. El Papa plantea riesgos de pensamientos únicos, de visiones unilaterales de realidades complejas. No se debe soslayar el riesgo de que un avance científico sea considerado el único abordaje posible para comprender algún aspecto de la vida, de la sociedad y del mundo. Recuerda el Papa el papel del científico, un investigador que avanza con eficiencia en su análisis, e igualmente está dispuesto a reconocer otras dimensiones de la realidad que él investiga, gracias al trabajo de otras ciencias y saberes, se abre a conocer la realidad de manera más integra y plena. La conjunción de científicos abiertos de mente, con conocimiento y ética, y una visión transdisciplinar, es hoy una clave para alcanzar un futuro más justo y equilibrado. En este mundo globalizado el concepto de familia humana cobra un papel esencial.
El Papa expone el peligro de los relativismos. Por relativismo, de acuerdo con diversas fuentes, se entiende que los puntos de vista no tienen, ni siquiera pueden llegar a tener, verdad ni tampoco validez universal, sino que en vez de esto solo pueden tener una validez subjetiva enmarcada en determinados ámbitos concretos de referencia. Por ello, el Papa Francisco manifiesta que el relativismo envuelto detrás de una supuesta tolerancia termina facilitando que los valores morales sean interpretados por los poderosos según las conveniencias del momento. Se plantea el Papa cuál es la garantía de futuro de una sociedad y responde, para que una sociedad tenga futuro es necesario que haya asumido un sentido respeto hacia la verdad de la dignidad humana. También plantea los peligros que envuelven la verdad hoy, por lo cual, hay que acostumbrarse a desenmascarar las diversas maneras de manoseo, desfiguración y ocultamiento de la verdad en los ámbitos públicos y privados. Para el Papa, hay verdades que no cambian, que lo eran antes de nosotros y lo serán siempre. El Evangelio de Jesús está lleno de esas verdades. También detecta el Papa una población adormecida y amedrentada que puede llegar a negar derechos humanos infranqueables.
El Papa habla de una pereza que conduce a un individualismo indiferente, impidiendo buscar valores más altos. Hoy tenemos paradigmas sociales dominantes preocupantes basados en el crecimiento y el acaparamiento de recursos sin límite, olvidando el bien común y la fraternidad universal. El planeta y el mundo sufren. El desplazamiento de la razón moral trae como consecuencia que el derecho no puede referirse a una concepción fundamental de justicia, sino que se convierte en el espejo de las ideas dominantes. Para el Papa, el consenso y la verdad son realidades no cuestionables, en una sociedad pluralista, el diálogo es el camino más adecuado para llegar a reconocer aquello que debe ser siempre afirmado y respetado. Por ello, hablamos de un diálogo que necesita ser enriquecido e iluminado por razones, por argumentos racionales, por variedad de perspectivas, por aportes de diversos saberes y puntos de vista, que no excluyen la existencia de verdades elementales que deben ser sostenidas, valores permanentes que otorgan solidez y estabilidad a una ética social.
Nos recuerda el Papa el supremo valor de la dignidad humana, nos dice que todo ser humano posee una dignidad inalienable que es una verdad que responde a la naturaleza humana, una dignidad inviolable.
El Papa Francisco invita a una cultura del encuentro, que vaya más allá de las dialécticas que enfrentan. Nuestra sociedad humana es un poliedro, que engloba una sociedad donde las diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, nadie es inservible, nadie es prescindible. Para el Papa esto implica también incluir a las periferias. Nos habla el Papa de la cultura del encuentro, ya que integrar a los diferentes es la garantía de una paz real y sólida. Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. Esta idea implica el hábito de reconocer al otro el derecho de ser él mismo y de ser diferente. Y con todo ello, es posible la gestación del pacto social, con un reconocimiento del otro que sólo el amor hace posible.
El Papa Francisco pide que recuperemos la amabilidad, que cultivemos la amabilidad, y dice que hay personas que lo hacen y se convierten en estrellas en medio de la oscuridad. Cuando aparece el milagro de una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia, se genera un milagro, una convivencia sana. Afectos, amabilidad, consensos, una realidad deseable a la que todos podemos contribuir en nuestra vida diaria. Si alcanzamos la fraternidad en lo local, quizás haya esperanza para la fraternidad universal. Favorezcamos la cultura de la amabilidad. Paz interior, paz familiar, paz en la comunidad, paz en el mundo.