El capítulo séptimo de la Carta Encíclica Fratelli Tutti, que lleva por título “Caminos de reencuentro”, contiene una profunda reflexión sobre el perdón. Alguien dijo alguna vez que la puerta del Reino de los Cielos tiene tres cerraduras y para abrirla se precisan tres llaves: el amor, la gratitud y el perdón. Comenta el Papa Francisco que para algunos el conflicto, la violencia y las rupturas constituyen parte del funcionamiento de la sociedad. Y también nos indica el Papa que, para otros, el perdón es una cesión de nuestro espacio y realidad para facilitar la dominación de otro. También que la reconciliación es cosa de débiles. Y el conflicto enquistado, no como vía dialógica, genera una paz aparente. Para el Papa Francisco, el perdón y la reconciliación son temas fuertemente acentuados en el cristianismo. Manifiesta el Papa que Jesucristo nunca invitó a fomentar la violencia o la intolerancia. El Evangelio invita al perdón, “setenta veces siete”, es el número de veces que hay que perdonar (Mt, 18,22). El Papa nos indica que no se trata de proponer un perdón renunciando a los propios derechos ante un poderoso corrupto, ante un criminal o ante alguien que degrada nuestra dignidad. Nuestra religión llama de forma continua al amor, una invitación a amar a todos. Pero, dice el Papa, amar a un opresor no es consentir que siga siendo de esa forma indigna para el bien común. Una forma de amar al que oprime, al corrupto, es quitarle ese poder que no sabe utilizar y que lo desfigura como ser humano. El Papa lo dice claro, perdonar no quiere decir permitir que sigan pisoteando la propia dignidad y la de los demás o dejar que un criminal siga haciendo daño.
No hay que alimentar una ira que enferma el alma personal y el alma de nuestro pueblo, y una necesidad de destruir al otro, así no se alcanza la paz interior. El Papa apunta que no es tarea fácil superar el amargo legado de injusticias, hostilidad y desconfianza que dejó un determinado conflicto. El rencor es un pedazo de guerra que llevamos en el interior, y nos impide alcanzar la paz, es un fuego en el corazón que hay que apagar. Para el Papa Francisco, la verdadera reconciliación no escapa del conflicto, sino que se logra en el conflicto superándolo a través del diálogo. Pero no un diálogo basado en el reproche, sino sustentado por el amor y la comprensión. Nos manifiesta el Papa Francisco que la unidad es superior al conflicto. Y el Papa tiene palabras para la memoria colectiva ante hechos sociales execrables: A quien sufrió mucho de manera injusta y cruel no se le debe exigir una especie de perdón social. La reconciliación es un hecho personal y nadie puede imponerla al conjunto de una sociedad. En una sociedad que ha sufrido, no es posible decretar una reconciliación general pretendiendo cerrar por decreto las heridas o cubrir las injusticias con un manto de olvido.
Para el Papa, nadie puede perdonar en nombre de los demás. Hay hechos sociales y bélicos en la historia de la Humanidad que no podemos olvidar, nunca se avanza socialmente sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa. Hay en el mundo solidaridad, perdón y fraternidad, es la memoria del bien. Los que perdonan de verdad, aunque no olviden, renuncian de forma clara a ser poseídos por la misma fuerza destructiva que los perjudicó, nos indica el Papa. Hay que romper el círculo vicioso frenando el avance de las fuerzas de la destrucción. La venganza no resuelve nada, pero tampoco hablamos de impunidad. El ámbito individual y el social tienen componentes distintos aunque el amor debe estar en ambos. El perdón social no significa impunidad ni olvido ante determinados hechos deleznables que la humanidad ha sufrido. Pero solo el amor nos salva, y el Evangelio nos muestra el camino.
Manuel Enrique Figueroa