El final del capítulo séptimo de la Carta Encíclica Fratelli Tutti, “Caminos de reencuentro”, trata dos temas críticos: la guerra y la pena de muerte. La declaración inicial del Papa Francisco es definitiva y cierra cualquier debate, al menos para los cristianos. Nos habla el Papa de que existen dos situaciones extremas que pueden llegar a presentarse como soluciones en circunstancias particularmente dramáticas, sin advertir que son falsas respuestas, que no resuelven los problemas que pretenden superar y que en definitiva no hacen más que agregar nuevos factores de destrucción en el tejido de la sociedad nacional y universal. El Papa Francisco se refiere a la guerra y la pena de muerte. Nos habla el Papa de factores de destrucción a nivel tanto nacional como universal. Clare Algar, Amnistía Internacional manifiesta que: “La pena de muerte es un castigo aberrante e inhumano, y no existen pruebas convincentes de que sea más eficaz que las penas de prisión. La mayoría de los países así lo han reconocido y es alentador ver que las ejecuciones continúan disminuyendo en todo el mundo”. La pena de muerte en el mundo se materializa como decapitación, electrocución, ahorcamiento, inyección letal, lapidación y fusilamiento. Actualmente, de acuerdo con datos de Amnistía Internacional, 26.604 personas permanecen condenadas a pena de muerte.
Para la organización citada, los argumentos contra la pena de muerte son los que siguen: niega los derechos humanos, es irreversible y se cometen errores, no disuade contra el crimen, suele emplearse en sistemas de justicia sesgados, se aplica de forma discriminatoria y se usa como herramienta política. Recordemos que la pena de muerte tiene implicaciones de género. Por ello, esta organización pide: Que los países que aún aplican la pena de muerte detengan de inmediato las ejecuciones, que los países que han abandonado ya las ejecuciones eliminen definitivamente la pena de muerte de su legislación, que todas las condenas a muerte se conmuten por penas de prisión. Existen españoles condenados a pena de muerte en diferentes países. Veinte países son responsables de todas las ejecuciones conocidas que se llevaron a cabo en el mundo en el año 2019.
La buena noticia es que cada vez menos países recurren a ella. Cita el Papa Francisco a San Juan Pablo II que dijo, en la Carta Evangelium Vitae, la pena de muerte es inadecuada en el ámbito moral y ya no es necesaria en el ámbito penal, y el propio Papa Francisco, en 2017, apostilló la idea diciendo que la pena de muerte es inadmisible. No hay ninguna interpretación posible ante la claridad y contundencia de la frase. También el Papa ha dicho que la Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo. Recordemos que hay muchos países que aún que la practican.
La cuestión es que hay personas que dificultan o impiden con su comportamiento la convivencia. Por ello, en la Carta Encíclica se dice que la vida en común necesita normas de convivencia cuya libre violación requiere una respuesta adecuada, y citando el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, la autoridad pública legítima puede y debe conminar penas proporcionadas a la gravedad de los delitos. Nos recuerda el Papa Francisco que desde los primeros siglos de la Iglesia, algunos se manifestaron contrarios a la pena de muerte. Así mismo, indica el Papa el papel del miedo y el rencor, manifestando que ambas cuestiones fácilmente llevan a entender las penas de una manera vindicativa, cuando no cruel, en lugar de entenderlas como un proceso de sanación y de reinserción en la sociedad. No hay posible reinserción en alguien a quien se le ha aplicado la pena de muerte. Cuestiona el Papa el papel de algunos sectores de la política y de los medios de comunicación, y dice, tanto por parte de algunos sectores de la política como por parte de algunos medios de comunicación se incita algunas veces a la violencia y a la venganza, pública y privada, no solo contra quienes son responsables de haber cometido delitos, sino también sobre los que cae la sospecha, fundada o no, existiendo la tendencia a construir deliberadamente enemigos, figuras estereotipadas que concentran en sí mismas todas las características que la sociedad percibe como peligrosas. Esta cuestión, conduce a la costumbre de riesgo, de acuerdo con el Papa, de acudir a prisiones preventivas, a reclusiones sin juicio y especialmente a la pena de muerte.
Critica el Papa, exponiendo la gravedad que implican las ejecuciones extrajudiciales o extralegales, homicidios deliberados. También recuerda el Papa los argumentos contrarios a la pena de muerte, manifestando que son muchos y bien conocidos. Por ejemplo, la posibilidad de la existencia de error judicial y el uso que hacen de ella los regímenes dictatoriales o totalitarios. También indica el Papa Francisco de forma contundente, que la cadena perpetua es una pena de muerte oculta. El Papa Francisco lanza un mensaje muy claro: todos los cristianos y los hombres de buena voluntad están llamados a luchar no sólo por la abolición de la pena de muerte, legal o ilegal que sea, y en todas sus formas, sino también con el fin de mejorar las condiciones carcelarias, en el respeto a la dignidad humana de las personas privadas de libertad. Recuerda el Papa un pasaje del evangelio de San Mateo (Mt 26.52): “¡Vuelve tu espada a su lugar! Pues todos los que empuñan espada, a espada morirán”. Y también el Génesis (GN 9. 5-6): “Quien derrame sangre humana, su sangre será derramada por otro ser humano”. El Catecismo de la Iglesia católica establece que “nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente”. «No matarás» (Ex 20, 13). Por tanto, la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que «la pena de muerte es inadmisible, porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona» (Discurso del Santo Padre Francisco con motivo del XXV Aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica). Nuestro catecismo dice: “Hoy está cada vez más viva la conciencia de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera después de haber cometido crímenes muy graves. Además, se ha extendido una nueva comprensión acerca del sentido de las sanciones penales por parte del Estado. En fin, se han implementado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la necesaria defensa de los ciudadanos, pero que, al mismo tiempo, no le quitan al reo la posibilidad de redimirse definitivamente”.
El Catecismo de la Iglesia Católica también habla de la legítima defensa: “La legítima defensa puede ser no solamente un derecho, sino un deber grave, para el que es responsable de la vida de otro. La defensa del bien común exige colocar al agresor en la situación de no poder causar prejuicio. Por este motivo, los que tienen autoridad legítima tienen también el derecho de rechazar, incluso con el uso de las armas, a los agresores de la sociedad civil confiada a su responsabilidad”.
Estas ideas nos conducen a la otra cuestión relacionada que contiene Fratelli Tutti: la guerra. En Fratelli Tutti, el Papa manifiesta, citando el Mensaje para la 53 Jornada Mundial de la Paz de 2020, que hay quienes buscan soluciones en la guerra, que frecuentemente se nutre de la perversión de las relaciones, de ambiciones hegemónicas, de abusos de poder, del miedo al otro, y a la diferencia vista como un obstáculo. El Papa Francisco nos habla de la injusticia de la guerra, diciendo que la guerra no es un fantasma del pasado sino que se ha convertido en una amenaza constante. Para el Papa no se generan condiciones globales para la paz, en cambio si se están creando nuevamente las condiciones para la proliferación de guerras, recordando que la guerra es la negación de todos los derechos. El Papa nos llama de nuevo a la generación de un verdadero desarrollo humano integral, un camino para evitar la guerra entre las naciones y los pueblos. Llama el Papa al cumplimiento de la Carta de Naciones Unidas como cauce para la paz. Pero nos avisa de un peligro, no disfrazar intenciones espurias ni colocar los intereses particulares de un país o grupo por encima del bien común mundial. Nos recuerda el Papa que en las últimas décadas todas las guerras han sido pretendidamente justificadas. Ayuda en Acción recuerda que son muchas las causas que hay detrás de las guerras en el mundo en el siglo XX y que continúan en el siglo XXI. Por ejemplo, la energía, el control de los recursos naturales, los recursos mineros, la desigualdad, conflictos étnicos, intereses comerciales y tecnológicos, el evidente auge de los extremismos y nacionalismos, y los efectos adversos del cambio climático. Las consecuencias son claras: violaciones de derechos humanos, aumento de las desigualdades, el incremento de la necesidad de ayuda humanitaria, mucho sufrimiento especialmente en determinados colectivos como niños y mujeres, hambre y muerte.
El Catecismo de la Iglesia Católica, nos recuerda el Papa, habla de la posibilidad de una legítima defensa mediante la fuerza militar que supone demostrar que se den algunas condiciones rigurosas de legitimidad moral. En esto hay que ser muy éticos. Para el Papa Francisco fácilmente se cae en una interpretación demasiado amplia de este derecho. Amplía el Papa el razonamiento manifestando que se quiere justificar indebidamente aun ataques preventivos o acciones bélicas que difícilmente no entrañen males y desórdenes más graves que el mal que se pretende eliminar. En la Carta Encíclica Laudato Si´ aparecía que nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien. Dice el Papa que con el desarrollo de la globalización lo que puede aparecer como una solución inmediata o práctica para un lugar de la Tierra, desata una cadena de factores violentos muchas veces subterráneos que terminan afectando a todo el planeta y abriendo camino a nuevas y peores guerras futuras. Por eso, dice el Papa que en nuestro mundo ya no hay sólo pedazos de guerra en un país o en otro, sino que se vive una guerra mundial a pedazos porque los destinos de los países están fuertemente conectados entre ellos en el escenario mundial. Otra globalización es no sólo posible, sino imprescindible para un mundo justo y equitativo, impregnado de la idea del bien común, donde sea una realidad de la fraternidad universal. La guerra, globalizada o localizada, es un horror, un espanto, que deja al mundo peor que antes de producirse. Para el Papa, la paz y la estabilidad internacional no pueden basarse en una falta sensación de seguridad, en la amenaza de la destrucción mutua o de la aniquilación total, en el simple mantenimiento de un equilibrio de poder. El negocio de las armas es un negocio de sangre, se compran con idea de autodefensa pero acaban en espacios de sufrimiento y conflicto que alimentan aún más la venta de armas.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice: “La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Solo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente”. Creo que el mandato es muy claro y no tiene interpretación posible. No a la guerra y no a la pena de muerte.