El segundo sueño manifestado por el Papa Francisco en el documento que comentamos (Exhortación Apostólica Postsinodal Querida Amazonia) lleva por título Un sueño social. De nuevo, si bien el documento está dirigido a los problemas de la Amazonía, los pensamientos y análisis que el Papa expresa son aplicables a una gran parte de este planeta, nuestra casa común. Comienza diciendo el Papa que ayudar no implica colonizar culturalmente, es decir: cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad y promover sin invadir. Para el Papa Francisco tanto cultura como naturaleza están en peligro.
Denuncia el Papa que el avance de la colonización posmoderna pone de manifiesto la fragilidad de muchos pueblos y nacionalidades depositarios de un tesoro encaminado a desaparecer. Explica el Papa que antes de la colonización la población se concentraba en los márgenes de los ríos y lagos pero el avance colonizador los expulsó al interior de las selvas. Esta idea la traslada el Pontífice a otros lugares del mundo, incluida la propia Amazonía, donde la creciente desertificación expulsa, manifiesta el Papa, a muchos seres humanos a las aceras o periferias de las ciudades en una miseria extrema. De esta forma, los expulsados, sufren pérdida de sus valores y raíces y se convierten en el colectivo de los desechados, en incremento continuo en el mundo.
Esta situación de desarraigo conduce, de acuerdo con el Papa Francisco, a una ruptura de la transmisión cultural de una sabiduría que se traspasaba a lo largo del tiempo de generación en generación. Una grave destrucción cultural, añadida a la miseria, el hambre y quizás la muerte. De nuevo el Papa Francisco avisa sobre la situación de los desarraigos en las ciudades, esos barrios olvidados por la municipalidad, las ciudades que deberían ser lugares de encuentro, de enriquecimiento mutuo, de fecundación cruzada entre distintas culturas, se convierten en el escenario de un doloroso descarte. Algunos autores han hablado anteriormente de la polinización cruzada en las ciudades, dificultada hoy por el rechazo del distinto.
Llama la atención el Papa sobre la idea de que cada pueblo que logró sobrevivir en la Amazonía tiene su identidad cultural y una riqueza única en un universo pluricultural debido a la relación que establecen los habitantes con su entorno. Muchos barrios de las ciudades pierden su identidad cultural propia por una uniformización cultural fomentada por el consumo globalizado que entierra las señas de identidad. Dice el Papa en el documento Querida Amazonía, que invitamos a leer y meditar, y también a aplicar al lugar en que cada uno viva ya que tiene una aplicación universal con base evangélica, que los distintos grupos, en una síntesis vital con su entorno, desarrollan un modo propio de sabiduría. El Papa nos vuelve a traer el documento esencial que constituye Laudato Si´ diciendo la visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural que es un tesoro de la humanidad.
Para el Papa Francisco la economía globalizada daña sin pudor la riqueza humana, social y cultural. Denuncia también el proceso globalizado de la inmigración de los pobres de la Tierra huyendo de guerras, cambio climático, desastres y miseria, manifestando que la desintegración de las familias que se da a partir de migraciones forzadas afecta la transmisión de valores porque la familia es y ha sido siempre la institución social que más ha contribuido a mantener vivas nuestras culturas. De nuevo una recordatorio de la defensa de la familia como base social imprescindible para la sociedad. Pensemos que detrás de cada inmigrante hay una familia.
Finaliza el Papa Francisco el capítulo Un sueño social expresando la incidencia que tiene daño en el medio ambiente, una plaga generalizada en el planeta, pero si las culturas ancestrales de los pueblos originarios nacieron y se desarrollaron en íntimo contacto con el entorno natural, difícilmente puedan quedar indemnes cuando ese ambiente se daña.
Dice el Evangelio: El que tenga oídos, que oiga (Mateo, 13, 1-9) Los que mejor escuchan y entienden a Jesús, a través de su Evangelio, son los que no tienen prejuicios, y si tienen en cambio un corazón sencillo abierto a la verdad del mensaje en toda su profundidad.