Con esta frase se inicia, a través de un texto escrito, la película muda El Chico, The Kid, escrita, producida, y dirigida, en 1921 por Charles Chaplin, Charlot, quien también compuso su música. Se cumplen 100 años de su estreno y ha recibido un merecido recuerdo. Una película con una duración de algo más de 50 minutos llena de secuencias memorables. Las interpretaciones de Charles Chaplin, Jackie Coogan, interpretando El Chico, y Edna Purviance, la mujer, son de una gran fuerza expresiva, con abundancia de primeros planos memorables. Alguien dijo que si quieres entender la obra de cualquiera estudia su biografía. Antes de ser famoso y rico, Charles Chaplin tuvo una dura vida, que nunca olvidó y actuó en consecuencia por los desfavorecidos, cuando la vida le dio el reconocimiento y la fortuna que alcanzó. Charlot, como lo conocemos, rememora su propiay triste infancia en la película El Chico. Charles Chaplin fue arrebatado de su madre a los siete años y enviado a un lugar para niños pobres. La grandeza de la película es que tiene un tinte autobiográfico sin que el espectador lo sepa, ya que los dos personajes centrales, el ciudadano pobre que interpreta el propio Chaplin y el niño, El Chico, son, en realidad, la imagen de adulto y niño de la vida de Charlot. Este hecho ha sido reconocido por los estudiosos de la película, como Silvia Rusiñol.
No podemos ver y comprender la película sin conocer la vida de Charlot y el momento social que refleja la misma. No es objeto ni intención de esta colaboración desvelar el contenido, y menos aún el final, de esta excelente película, pero si se debe hacer un esbozo para entender el contenido de estas líneas. La invitación a que todo el mundo la vea es muy clara. En esencia, una mujer de clase muy acomodada ha tenido un hijo siendo soltera, el padre no acepta el hecho, evidenciado por la quema de una foto, la madre, con gran dolor, decide abandonar al bebé, con la esperanza de que una familia rica lo recoja en adopción. Pero el pequeño terminará en manos de un ciudadano pobre que vive en un barrio descartado, una persona con valores llena de ternura. Hasta ahí desvelamos la trama; el contenido es muy profundo e invitamos a descubrirlo. Hay momentos de gran trascendencia, como la imagen de la mujer con el niño en brazos y la visión en paralelo de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario. Un rótulo en la película muda manifiesta «La mujer cuyo pecado era ser madre«, pone en evidencia la crítica social de Chaplin. La incomprensión de una sociedad falsa. En un barrio desfavorecido, se vive pobremente pero es posible la tranquilidad y la felicidad, y también la solidaridad desde el descarte social. Allí vive El Chico los primeros cinco años de su vida con la persona que lo acoge, un ciudadano descartado pero generoso y tierno. La visión de Jesús con la cruz a cuestas, en visión paralela con la madre y el niño en sus brazos, pasión y dolor, es oportuna y nos recuerda la esencia del Evangelio como camino, su enseñanza de acogida sin límites. La mujer sufre el calvario del abandono de su hijo, una terrible cruz a pesar de que alcanza el éxito profesional. Hay que ver la película en su contexto original, es decir, una sociedad que no admitía a una madre soltera, condenándola sin juicio. También la frialdad de la justicia, de las normas, puesta de manifiesto en la escena donde El Chico es arrancado de los brazos de su padre adoptivo, el ciudadano descartado en un barrio desfavorecido pero que le ha dado una vida feliz, y lanzado sin ningún afecto a la parte trasera de un coche de los servicios sociales.
La película utiliza todas las posibilidades expositivas para conducirnos al análisis del abandono, el sentido de la maternidad, el acogimiento, la educación, la caridad, la solidaridad, la ternura, la actitud de las instituciones, el dolor de una madre que abandona a su hijo por razones sociales, una sociedad hipócrita y el cariño de los padres adoptivos. La Ley de Protección de Menores contempla el acogimiento como una medida de apoyo y protección a la infancia, concretamente propone el acogimiento previo a la adopción como una medida anterior a la adopción, cuya finalidad principal es la adaptación a la vida en familia de los menores, bien para su reinserción en su familia de origen, bien como paso previo a la adopción. El artículo 173 del Código Civil establece que, “El acogimiento familiar produce la plena participación del menor en la vida de familia e impone a quien lo recibe las obligaciones de velar por él, tenerlo en su compañía, alimentarlo, educarlo y procurarle una formación integral en un entorno afectivo”. En el Decreto 282/2002, de 12 de noviembre, de Acogimiento Familiar y Adopción, la familia, base esencial de la sociedad, se configura como el instrumento social idóneo para la formación y el desarrollo personal del menor, en la medida en que no sólo es un medio de transmisión de valores y de pautas de conducta, sino que constituye el núcleo humano en el que el menor puede cubrir más ampliamente sus necesidades afectivas.
En la película aparecen varios rótulos explicativos de un intenso contenido, como aquel que dice: “La Caridad para unos una obligación para otros una alegría”. Hay mucha ternura y mensajes que llegan al corazón en esta película. Creo que hay mucho Evangelio en esta obra maestra de Charles Chaplin. Recientemente, la revista Alfa & Omega ha otorgado los XXVI Premios al mejor cine, que ha recaído sobre un conjunto de películas que exponene la importancia de los valores morales y éticos, y, por supuesto, los valores evangélicos a lo largo de la historia y también en el momento actual. Estos premios ponen de manifiesto el papel del cine en la transmisión de valores para una sociedad que los necesita.
Pensemos de nuevo en El Chico (The Kid), 100 años después, es una película muda y en blanco y negro que transmite luz y esperanza, de una gran profundidad humana, con valores trascendentes, recuerdo aquí de nuevo la imagen de Jesús con la cruz a cuestas en paralelo a la madre con el niño en los brazos absolutamente desvalida; una película llena de ternura y valores morales y éticos, donde se conjuga la sonrisa con la lágrima. Sirvan estas líneas de invitación a su visionado. Los que ya la vieron, que la vean otra vez y se conmuevan de nuevo con esta película, “una película con una sonrisa y, tal vez, una lágrima”. Quizás hoy con un mundo doliente, con niños abandonados y familias destrozadas, por la guerra, la pobreza o los desastres climáticos, ese recuerdo a la acogida necesaria, desde el amor, la comprensión y la ternura es imprescindible; también con madres que no saben qué hacer con sus hijos en una sociedad que no acoge fácilmente. Películas como esta nos lo recuerda.
Y, finalmente, una mención para los jóvenes, nuestra esperanza de futuro. Con seguridad muy pocos han visto El Chico, y también posiblemente nunca se han planteado verla, muda y en blanco y negro, con 100 años de antigüedad. Yo invito a la juventud que dé una oportunidad a esta película; que la vean y disfruten esta lección magistral de hacer Cine, con la mentalidad abierta y generosa de la juventud. Estoy seguro que se conmoverán con ella, apreciarán sus valores y percibirán que es “una película con una sonrisa y, tal vez, una lágrima”, que muestra los valores que necesitamos hoy. Una sonrisa y una lágrima, como dice el subtítulo que se presenta en la primera imagen de El Chico, The Kid.