Lectura del santo evangelio según San Lucas (10, 21-24)
En aquella hora, se llenó de alegría en el Espíritu Santo y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron».
Comentario
Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis
Jesús se lo dice a sus apóstoles, como esas veces en que alguien te pellizca para ser consciente del momento que estás viviendo. Porque es verdad que en muchas ocasiones no somos conscientes de la historia que tenemos ante nuestros ojos hasta que alguien nos la cuenta. Y entonces caemos, ah sí, así nos llenó tanto y nos notábamos tan vivos, tan plenos. Por eso Jesús se lo hace ver a sus discípulos, les hace recapacitar sobre la suerte que han tenido y lo dichosos que son con tenerlo cerca. Pero es que eso mismo te lo está diciendo Jesús a ti y a mí, para que nos demos cuenta de la inmensa dicha -bienaventuranza, que para algo son sinónimos de uso- que es haber tenido la gracia de encontrarlo y tenerlo cerca. Hoy, en la festividad de San Francisco Javier, patrono de las misiones, hagamos como el jesuita navarro y el mensaje de Cristo hasta las playas más apartadas, hasta las islas más recónditas y los océanos más alejados. No, no hace falta irse a Japón o a la India a predicar la Buena Nueva, seguro que en la mesa de al lado de tu oficina vive alguien en su isla recóndita o media un océano de distancia entre tu casa y la puerta de enfrente. «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!» ¿Te lo vas a quedar para ti?