Lectura del santo Evangelio según san Mateo (7, 7-11)
«Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le dará una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden!»
Todo el que pide recibe
En otoño, cuando ha concluido la recolección de las cosechas y las celebraciones a ellas asociadas, la comunidad cristiana se reúne en acción de gracias y petición de perdón como una forma de resaltar el reinicio de las tareas cotidianas, al inicio del año agrícola (hoy diríamos, al inicio del curso). Es lo que subraya esta fiesta de las témporas, ligadas originariamente a cada una de las estaciones del año y que ahora quedan como un vestigio que nos recuerda que todos los dones y bienes descienden de arriba. También la lluvia tan necesaria para asegurar la sementera que produzca sus frutos el año que viene. Nada puede hacer el hombre para que el agua mansa y humilde riegue sus campos más que implorar a Dios, no con afán milagrero casi como si se tratara de un sortilegio, sino para caer en la cuenta de su limitación, de su impotencia ante el Creador, señor del tiempo y del espacio, de todo lo finito y lo infinito. Con esa visión que conjuga lo sobrenatural y lo cotidiano, la comunidad se reúne hoy para agradecer, ayunar y pedir, como nos recuerda el Evangelio de esta jornada.