Viernes de la XXII semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (5, 33-39)

Pero ellos le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber». Jesús les dijo: «¿Acaso podéis hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el esposo está con ellos? Pero llegarán días en que se lleven al esposo; entonces, en aquellos días, ayunarán».

Les dijo también una parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque, si lo hace, el nuevo se rompe y al viejo no le cuadra la pieza del nuevo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos: porque, si lo hace, el vino nuevo reventará los odres y se derramará, y los odres se estropearán. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: “El añejo es mejor”».

Les arrebatarán al esposo, entonces ayunarán.

El evangelista se empeña en resaltar la novedad que implica la predicación de Jesús. Su discurso es radicalmente nuevo, considerado en relación con las prácticas fariseas pero también con los discípulos del mismo Juan el Bautista. La novedad tiene que ver no tanto con la práctica del ayuno (más adelante la controversia vendrá de la observancia del descanso sabatino) cuanto con la motivación de ese ayuno. Tiene un fundamento eclesial si se quiere, por cuanto la metáfora del esposo y los amigos que banquetean es figura del tiempo que mediará hasta la segunda venida de Jesucristo, caracterizado por ser el tiempo de la Iglesia militante, que aguarda confiada la parusía. Esa novedad que subraya Lucas se extiende después a otros dos ejemplos bien fáciles de entender: la tela nueva es mucho más dúctil que la que está pasada y las propias costuras estallan cuando se produce algún movimiento; en los odres viejos, la fermentación del mosto desencadena reacciones químicas que pueden hacer saltar las costuras de la bota por la violencia con que se producen. El mensaje de Jesús requiere siempre de la novedad, también en el recipiente o en la forma de presentarlo, en un permanente ejercicio de actualización para hacerlo llegar de la manera más efectiva. Eso constituye en sí mismo la gran novedad del apostolado.

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