Lectura del santo Evangelio según san Lucas (10, 13-16)
«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿te vas a encumbrar hasta el cielo? ¡Te precipitarás en el infierno! Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».
Quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado
La requisitoria contra estas ciudades costeras del lago Tiberiades sigue, en el texto lucano, a las instrucciones que Jesús da en el envío de los 72, cuya misión, muy presumiblemente, sería el anuncio del Reino por los alrededores. Aquí tenemos la misión vista desde el otro punto de vista, desde el de la respuesta decepcionante de quienes no han acogido el anuncio y se han limitado a continuar como si tal cosa. Jesús no ahorra reconvenciones, es duro, severo en su juicio -la comparación con las ciudades paganas de los fenicios es especialmente dolorosa para los oídos hebreos- porque son las ciudades en las que ha basado su predicación y la respuesta obtenida no deja de ser muy escasa. Es como si a las recomendaciones del envío de los 72 siguiera esta recomendación para la escucha de la multitud: la conversión de corazón ante todo. Jesús invoca un principio judío, según el cual el enviado podía presentarse con la misma autoridad de quien lo enviaba. Tratándose del Hijo de Dios, no hace falta decir a quién estaban desoyendo en Corozaín, Betsaida y Cafarnaún.