Lectura del santo evangelio según San Juan (13, 16-20)
«En verdad, en verdad os digo: el criado no es más que su amo, ni el enviado es más que el que lo envía. Puesto que sabéis esto, dichosos vosotros si lo ponéis en práctica. No lo digo por todos vosotros; yo sé bien a quiénes he elegido, pero tiene que cumplirse la Escritura: “El que compartía mi pan me ha traicionado”. Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy.
En verdad, en verdad os digo: El que recibe a quien yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado».
Comentario
Ni el enviado es más que el que lo envía
He aquí la cadena de la luz que nos proponía el evangelio de ayer. Como una palmatoria que se pasa de mano en mano: el que recibe a quien Jesús envía, lo recibe a él; y el que recibe a Jesús, recibe al que lo ha enviado, Dios Padre. Esto es tanto como decir que una chispa de amor brota del Padre y se transmite al Unigénito enviado a salvar el mundo y del Cristo redentor a cada uno de sus discípulos que la portan como una llamita vacilante, débil, arriesgándose a que un mal viento la apague y los deje otra vez en tinieblas: ¿no es esa la misma aventura de la fe? Jesús quiere, en el discurso de despedida de sus apóstoles, recordarles que ellos llevan la luz que Cristo ha venido a traer a la tierra. Nosotros, como seguidores suyos, también somos portadores de esa luz al mundo, pero no somos más importantes que los que viven en tinieblas, porque nos envía Jesús. Y al Verbo hecho carne lo envía el Padre, principio y fundamento de todo cuanto existe.