Miércoles de la XVII semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo (15, 21-28)

Jesús salió y se retiró a la región de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: «Ten compasión de mí, Señor Hijo de David. Mi hija tiene un demonio muy malo». Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: «Atiéndela, que viene detrás gritando». Él les contestó: «Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel». Ella se acercó y se postró ante él diciendo: «Señor, ayúdame». Él le contestó: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella repuso: «Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos».

Jesús le respondió: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas». En aquel momento quedó curada su hija.

Mujer, qué grande es tu fe

Lo que enseña el Evangelio de la mujer cananea es la reafirmación de que la salvación que Jesús ha venido a traer a la tierra no conoce de fronteras ni de barreras religiosas incluso. En un primer momento, Jesús se reafirma en que ha venido a predicar a los hijos de Israel, considerados los primogénitos. Pero más adelante, descubre en el corazón de esa pagana -mujer y pagana, doble barrera para dirigirse a ella- una fe, una relación de amor hacia Dios como no la hay en muchas otras personas que se proclaman ortodoxas cumplidoras de las obligaciones y prescripciones legales. Es esta intimidad con Dios la que va a marcar desde ahora la relación de la divinidad con los hombres: no se trata de agradar o aplacar, ni siquiera de cumplir, sino de descubrir el amor del Creador, que va por delante siempre y excede siempre la capacidad de asimilación de la criatura. Y ya no importa de dónde proceda ni la religión que practique, sino el firme convencimiento de que Jesús es el Mesías como confiesa con palabras la mujer cananea al declara a Jesús como «Señor Hijo de David». Qué grande es su fe. Es el mayor piropo que Jesús le puede dirigir. ¿Qué tal es tu fe de grande? ¿Confías o cumples?

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