Jueves de la XXXI Semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según san Lucas (15, 1-10)

Solían acercarse a Jesús todos los publícanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola: «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

«O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”. Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».

Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta.

Comentario

Las murmuraciones, contra las que tanto avisa el Papa Francisco, llegan hasta la puerta misma de la iglesia. ¡Es tan frecuente que los católicos de toda la vida recelen de los que han sufrido una conversión que los ha hecho incorporarse de nuevo a la vida de la Iglesia! Y, sin embargo, Jesús nos dice que hay más alegría por un pecador convertido que por cien justos. Las dos parábolas son de sobras conocidas: la oveja perdida y la dracma perdida dan idea de esa emoción que nos embarga por recuperar aquello que ya dábamos por  descontado. Ese es el camino, en vez de tanta suspicacia y tantos recelos como a menudo mostramos con quien acaba de llegar. En vez de hacer fiesta, hacemos resta: nadie nos vale, solo nosotros somos dignos. Jesús, en el Evangelio de hoy, nos previene contra esa actitud particularmente perniciosa en el seno de una comunidad de fe. 

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